PROVOCACIONES


ESTATUA DE BRONCE

 Por Juan Manuel Roca

Miyer, Hildebrando, William, Darío, Juan Manuel Roca, Ayda y Félix 

ESTATUA DE BRONCE

Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo.
Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas
Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos.
Luego fundiremos el hombre,
Pues un caballo sin jinete no es digno de una plaza
Y ni siquiera puede llamarse monumento.
Que todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros,
Monedas, candados, espuelas, medallas y cubiertos
Para fundir el hombre a su caballo.
Después discutiremos el lugar para la estatua y la forma de su pedestal.
¿Un recodo cercano a las montañas
Entre bosques de sauces y eucaliptos?
No estaría mal construir en el sitio elegido
Un pequeño parque que permita a las mucamas
Citarse con sus novios al pie de la escultura.
Debe amoblarse el espacio con bancas de madera:
Los oficinistas comerían emparedados a la hora del receso.
Bella será la sombra al mediodía
De caballo y jinete sobre la grava y el asfalto.
Las hojas caídas de los árboles
Tejerán un tapiz crujiente al paso de los estudiantes.
Los viejos fotógrafos
Sacarán los domingos sus cámaras de cajón
Y harán que los enamorados prolonguen el tiempo de los besos.
Todo concertado con autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
Luego vendrá la discusión.
¿Quién debe ser el hombre encima del corcel?
Sabios hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos.
Un filósofo a caballo
No puede replegar su pensamiento.
Los poetas viven recostados en la hierba.
Los campesinos no montan caballos de viento.
Los directores de orquesta no pueden dirigir
Desde una montura de bronce y el lomo inclinado de un caballo.
Los jubilados prefieren cabalgar nubes
Y permanecer sentados en los bancos.
Los pintores trazan caballos pero no se atreven a montarlos.
Los arquitectos pierden la perspectiva.
Los almirantes prefieren las crines de las olas.
Las bailarinas no necesitan pedestal para su vocación de aire.
Los astrólogos son una franca minoría.
¿Quién podría ser el jinete de bronce
Sobre el imponente y brioso caballo de bronce?
Deberá ser alguien que muchos ciudadanos admiren,
Un hombre que sea su propio mentor,
Que haya luchado a brazo partido por su gloria y su fortuna.

Ya está. Erijamos una estatua al asesino.

Bello libro editado por la Universidad del Valle. Fantasmario de Juan Manuel Roca

EL ROCK DE LOS ADIOSES

(Con las guitarras de Wichi Nogueras y Ramón Fernández Larrea)

¿Y todos estos hombres que bailan
Van a morir? ¡Yeah!
¿Y los bárbaros que no llegan
Al poema del griego van a morir? ¡Oh, yeah!
¿Y el pájaro azul que me despierta
De la horrible pesadilla
Donde chapaleo recubierto de lodo? ¡Yeah,yeah!
¿Y los niños, por Dios,
Los niños que vuelcan el cesto de sus voces
En medio de nuestra estúpida historia?
¡Si, nena!
¿Y la luna rasurada y palmoteada con lavanda
Y la muchacha loca como los pájaros
Y los ríos donde la muerte se baña una y tres veces
Y las idiotas mañanitas de Dios
Y todos los poetas los engolados los puros
Los amorosos los solemnes y los piojosos
Todos los arrogantes y soberbios poetas
Van a morir? ¡Yeah! ¡Tres veces yeah!

CANCIÓN DEL QUE FABRICA LOS ESPEJOS


Fabrico espejos:
al horror agrego más horror,
más belleza a la belleza.
Llevo por la calle la luna de azogue:
el cielo se refleja en el espejo
y los tejados bailan
como un cuadro de Chagall.
Cuando el espejo entre en otra casa
borrará los rostros conocidos,
pues los espejos no narran su pasado,
no delatan antiguos moradores.
Algunos construyen cárceles,
barrotes para jaulas.
Yo fabrico espejos:
al horror agrego más horror,



más belleza a la belleza.






Tres poemas de Nelson Romero Guzmán
                                      (Ataco, Tolima 1962)


Quizás si todavía existe algo que nos permite rastrear el asombro es la poesía. Aquí les dejo tres poemas del gran poeta Nelson Romero Guzmán, quien ha ganado numerosos premios por su alta poesía, entre ellos vale la pena mencionar tres, el de la Universidad de Antioquia en 1999, el Ciudad de Bogotá 2007 y el Casa de las Américas concedido en enero de este año. Los poemas los tomé del libro Visión bajo el relámpago (si quieren más poemas… me avisan). 


Foto tomada de http://www.eltiempo.com/entretenimiento/musica-y-libros/premio-casa-de-las-americas-al-poeta-nelson-romero-/15295481


Para un homenaje

Pintar la locura de los girasoles
Y hacer que iluminen la oscuridad del hombre
Esa es la Grandeza
Lo demás se subasta fácil como telas de holán
Pero nada más cercano a la gloria
Que un girasol que está muerto,
Y nos alumbra

La llave

La llave se quedó adentro

Fue el olvido de abrir
El que nos traicionó

Al fin pudo vengarse de sus moradores
Ahora la llave está libre,
Nosotros encerrados afuera

Del sótano a la guardilla
(Sobre un tema de Bachelard)

La casa comienza abajo, en lo oscuro
Donde tienen aposento los misterios.
Termina arriba, en la revelación


Un poema más de Nelson Romero a petición de Álvaro Neil Franco:


Poema 28 del libro Obras de mampostería (2005-2007)


Sin escribir escribo,

salto de esta tapia al patio ajeno
a robar los melones encendidos

robo
para ser inocente

que Dios se perdone a sí mismo

si quiere de verdad perdonarme



A petición del Maestro Víctor López Rache, cinco poemas más del poeta Nelson Romero Guzmán


De coleccionista de mariposas


II

Lo escrito demora a veces en volar
En el jardín hay un constante aprendizaje de alas.
Si estás dentro de él, el tiempo es la belleza.
Por fuera, el hombre recoge las ruinas
de la muralla

V

Antes del vuelo ya existían las alas, los ojos, las antenas
Antes de la escritura, lo escrito,
como anterior a la luz fueron los colores.
También antes de Dios la mariposa alzó vuelo.


De Obras de mampostería


6

En los ojos crece la hierba,
    Se hace monte la palabra,
Es impenetrable la escritura


11

            A Pastor Polanía

Si quieres que te abran
golpea en el aire,
            mira la flor a la entrada, tócala,
huele sus pétalos dormidos.
            Sólo así la harás real.

Entonces llévala contigo por la ciudad
girándola en tus dedos,
             girándola aspa al viento,
no la abandones entre los desperdicios
que es con lo único que cuentas

La tomaste de la nada
pero no la devuelvas a la nada,
trabajo te costó hacerla.

Como una amante te acompañará,
te acompañará ese color hasta el día
del desvanecimiento


15

La guerra más bien se da ese lujo
de engañar a los mamposteros,

ella, muchacha en flor,
mira por las ventanas que ellos construyeron

el intercambio de hombres por caballos






CAVALO MORTO


Elkin Jimenez, Miyer Pineda, Hellman Pardo, Darío Rodríguez, Henry Alexander Gómez, Elizabeth Córdoba y Jorge Valbuena. En la casona de Culturama Viernes 20 de marzo del 2015. Presentación del libro Bocetos para la Acontista y recital de la Raíz Invertida. (Antes de Cavalo Morto).
Nota: Y entonces Henry Alexander Gómez no tuvo más remedio que sacar este poema como un as bajo la manga, como un gancho al hígado, como un gol de tiro libre o un gol de chilena o un gol olímpico, como un home run con tres bases llenas, para que el estimado público presente se silenciara y asumiera la derrota en uno de esos duelos que solo se hacen en los barsitos de Duitama a ciertas horas de la madrugada cuando hasta la muerte se sienta en la otra mesa a mirarnos discutir sobre cuál poeta es el más grande de ese antro de ángeles y pordioseros llamado Iberoamérica. Y por supuesto esa noche ganó Mestre con su Cavalo Morto…


Cavalo Morto
Juan Carlos Mestre

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.













Evento convocado por el Santoto.Duitama. Invitados el 27 de febrero a la conferencia La poesía: hija del horror y la memoria a cargo del poeta Saúl Gómez Mantilla.





MEDUSA

                                                                                                  HOMERO ARIDJIS

Vagando por la ciudad de México
me encontré con Medusa, una prostituta
que corría las calles oceánicas de Insurgentes.

De joven había sido la atracción del Salón Rosa.
El cabaret se quemó y en un vestidor quedó atrapada.
Ahora era un monstruo de amor.

Esa noche ocultaba sus ojos petrificadores con lentes de sol
y su cabellera de serpientes con una peluca dorada.
Tapándose la boca con la mano, no podía disimular sus dientes atroces.

Al toparme con ella, yo, que una vez la amé, 
no supe qué era peor,
si verla a los ojos y convertirme en piedra,
o pasar de largo y convertirme en olvido.




México, martes 13 de julio de 1999




SHARON OLDS
La casa parece
Encerrarte lentamente.
Yo te encierro, como un animal
salvaje junto al fuego. Recuerdo
que podría asesinar por ti.
Me recuerdo a mí misma
que no será necesario.
http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=1268&Itemid=88
A manera de epígrafe, un epígrafe tomado de: 
Los demás poemas provienen de tantos sitios fantasmales aunque en realidad han sido tomados de los libros de Sharon Olds. Incluso dejamos dos versiones de un poema para que el lector rastree los orígenes. Llegamos a ella  gracias a Alexander Supertramp y gracias a la reproducción de una carta enviada a Laura Bush en la que cuestiona las políticas del gobierno estadounidense. La carta se encuentra después de los poemas.  

REGRESO A MAYO 1937

Los veo, de pie, en la entrada principal de sus universidades,
Veo a mi padre
andar bajo el arco ocre de piedra arenisca,
las losas rojas destellan como platos
de sangre inclinados detrás de su cabeza,
veo a mi madre con algunos libros livianos en su cadera,
detenida en el pilar hecho de pequeños ladrillos
con la reja de hierro dulce, todavía abierta detrás de ella,
sus puntas de espada negra en el aire de mayo;
están a punto de graduarse, a punto de casarse,
son chicos, son tontos, todo lo que saben
es que son inocentes, que nunca lastimarían a nadie.
Yo quiero ir hacia ellos y decirles: alto,
no lo hagan, ella es la mujer equivocada,
él es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que nunca imaginaron serían capaces de realizar,
van a hacer maldades a los niños,
van a sufrir en formas de las que nunca habían escuchado,
van a querer morir. Quiero ir
hacia ellos en la luz solar del fin de mayo y decirlo,
la cara bonita, en blanco y hambrienta de ella volviendo hacia mí,
su cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
la cara arrogante y apuesta de él volviendo hacia mí,
su cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
pero no lo hago. Quiero vivir.
Los tomo como a muñecos de papel
macho y hembra y los golpeo entre sí
en las caderas como esquirlas de piedra
que encendieran chispas, les digo
hagan lo que van a hacer, yo lo contaré.


TRUCOS

Mi madre
la ilusionista
consigue que aparezcan
huevos en la mano.
Mis ovarios
aparecen en su mano, negros como higos,
y arrugados como dedos tras un día de colada.

Cierra su mano,
y al abrirla
no hay nada.

Saca pañuelos de seda de sus orejas
de todos los colores, joyas de su boca,
leche de sus pezones. Mi madre la desnuda
ilusionista sube al escenario
y despliega sus trucos.

Se saca los ojos.
Sus vacías cuencas
se llenan de aceite que rezuma,
de whisky y heces.
De sus narices
extrae rollos de pergamino
que se incendian.

En la escena final
lentamente se saca a mi padre
del coño y lo coloca
sobre un sombrero de copa
donde desaparece.

Creo que puede convertir cualquier cosa
en nada, ella es un hueco en el espacio,
es la mejor, la perfecta
ilusionista. Todo esto

lo acabo de sacar de mi boca aquí mismo
ante tus ojos.


EL ABORTO

Al mes encinta, grandes
coágulos de sangre aparecieron en el agua
verduzca del baño.
De un rojo oscuro como el negro sobre el piélago
traslúcido, como formas de vida
que emergen, medusas de formas definidas
como los hongos.

 Fue esa la única comparecencia del
niño, formas negras y festoneadas
cayendo lentamente. Un mes después
concebimos a nuestro hijo, y nunca volví
a llorar al que apenas llegó al umbral con su mensaje: que podíamos
hacer los dos una chapuza. Envuelto todo en
púrpura partió como un mensajero
ajusticiado por traer malas noticias.

 (Trad.  J.J. Almagro y C. Jiménez Arribas)


BARÓMETRO

Por ser la hermana menor de una mujer
que abandonó a su hija —dejándola a mitad de camino,
como se tira un marido— no soy como las otras madres.

Por las noches, voy al cuarto de mi hija,
y escucho el sonido en la cisterna
de su respiración; voy al cuarto de mi hijo, el grillo
todavía vivo en su garganta, en su pecho;

Quisiera poder inclinarme sobre mi propia cama
y escuchar mi respiración, para saber el clima
que viene.


SEXO SIN AMOR

¿Cómo lo pueden hacer, los que hacen el amor sin amor?
Bailarines hermosos,
deslizándose como patinadores
sobre el hielo, con los dedos engarzados
a sus cuerpos, de caras enrojecidas
como el bistec y el vino, mojados
como los niños abandonados por sus madres al nacer.
¿Cómo pueden llegar al instante
del instante mismo de los dioses, llegar a las aguas tranquilas,
sin amar al que llega con ellos, ligeramente
elevándose como el vapor de los cuerpos juntos?
Ellos son los místicos verdaderos,
los puristas, los duros que no van a aceptar
al falso Mesías, ni a confundir al sacerdote
con Dios. Ni al amante con su propio placer;
como los mejores atletas, saben que están solos
frente a la pista, con el frío, el viento,
las zapatillas bien amarradas y el corazón
en su puesto -circunstancias y factores solamente, como su pareja
en la cama, y no la verdad: el cuerpo solitario en el universo,
compitiendo con el mejor instante de su vida.


SENTIMIENTOS

Cuando el médico residente auscultó el corazon detenido
yo lo miré, como si él o yo
fuéramos salvajes, fuéramos de otro mundo:
yo había perdido el lenguaje de los gestos,
no sabía qué significaba para un extraño
levantar la bata y ver el cuerpo desnudo de mi padre.
Mi rostro estaba mojado, el de mi padre
apenas húmedo con el sudor de su vida,
estos últimos minutos de trabajo duro.
Yo estaba recostada en la pared, en un rincón,
y él estaba echado en la cama, los dos hacíamos algo,
y todos los demás creían en el Dios Cristiano,
llamaban a mi padre la cáscara sobre la cama,
sólo yo sabía que se había ido del todo,
sólo yo le dije adiós a su cuerpo
que era todo cuanto él era. Sujeté con fuerza
su pie, pensé en ese anciano esquimal
que sostiene la popa de la canoa mortuoria,
y lo abandoné suavemente al mundo de las cosas.
Sentí la sequedad de sus labios
en los míos, sentí la levedad de mi beso
mover su cabeza sobre la almohada
así como se mueven las cosas
como por su propia cuenta en le agua mansa,
sentí sus cabellos de lobo en mis dedos,
se tambaleaban las paredes, el piso,
el techo giraba como si no estuviera yo
saliendo del cuarto sino el cuarto
alejándose de mí. Me hubiera gustado
quedarme a su lado, cabalgar junto a él
mientras lo llevaban al lugar donde lo cremarían,
verlo entrar a salvo en el fuego,
tocar sus cenizas tibias, y después llevar
mi dedo hasta mi lengua. A la mañana siguiente,
sentí el cuerpo de mi esposo
aplastándome dulcemente como una pesa
sobre algo blando, una fruta, su cuerpo asiéndome
a este mundo con firmeza. Sí, las lágrimas brotaron,
como el zumo o el azucar de la fruta.
Se adelgaza la piel, se rompe, se rasga: hay
leyes en este mundo y según ellas vivimos.


UNIDAD DE QUEMADOS

Cuando mi madre habla de la Unidad de Quemados
que ha donado al hospital de su ciudad,
mi pelo asciende y flamea como humo
en el aire que rodea mi cabeza. Menciona las
camas en su nombre, los baños en suspensión y
kilómetros cuadrados de venda, y pienso en los
años con ella, yo su hija, como
sin piel, dando vueltas en carne
viva, con quemaduras de primer grado en el noventa
por ciento del cuerpo. Solía quedarme pegada a las puertas
que intentaba cruzar, a las sillas de las que
intentaba levantarme, jirones
que se desprendían fácilmente como
carne de cerdo muy hecha, y nadie me daba
una gasa, o un corte de mantequilla para que
se fundiese en mi costado crujiente, pero cuando
gritaba, ella me arrimaba a su
plancha ardiendo, cuando la cabeza clacinada apestaba ella
me arrastraba más y más a la habitación
en llamas de su vida. Así que cuando habla de su
Unidad de Quemados imagino a una niña
que llegará allí, flotará en un agua
rubia como lágrimas, un colgajo suspendido en una
bañera de ungüento, chupando hielo mientras
apagan las diminutas llamas que quedan
en el pelo cercano al cerebro, y digo
Déjale dormir cuanto quiera, permítele salir
indemne, sin ninguna marca que
honre el poder del fuego.



EL PENE DEL PAPA

Cuelga en lo profundo de su bata,
un delicado badajo en el centro de una campana.
Se mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal
en un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante
en medio de la oscuridad y el calor.
Y en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta
para alabar a Dios.


***

Ahora que entiendo,
quiero pensar en tu terror:
entre tus piernas, una niña loca de amor;
el cuerpo largo, fresco, joven, delgado
como pastillas de jabón; los pechos redondos y elevados,
burbujas opalescentes; dieciocho años, nunca antes tocada.
Quiero entender tu terror ahora,
la forma en que la tomaste
y la desfloraste como limpiando un pez,
la conversación de esposa al irte en la mañana.
Ahora que conozco el miedo del amor
quiero pensar en su cuerpo blanco y caliente
como un pez verdoso recién llegado a tierra
que se agita y se da golpes contra las rocas.
Cayó en tu regazo, temblando igual que tu pene,
una mujer enloquecida de amor, con el calor
de un libro recién impreso, tan aguda
como una herramienta nunca usada.
Ardía en tus muslos y todo lo que pudiste
hacer fue hurgar en su cereza
como sacando a un caracol de su oscura concha
y luego tirarla lejos. Me asombra el terror dispuesto
a perder tanto, me enamora la niña
entregada que fue hasta ti y te dio su ofrenda,
la carne delicada, como un festín
en una bandeja –sí, sí,
acepto el obsequio.


ADOLESCENCIA

Cuando pienso en mi adolescencia,
pienso en el baño de aquel sórdido hotel
al que me llevaba mi novio en San Francisco.
Nunca había visto un baño así:
no tenía cortinas, ni toallas, ni espejo, solo
un lavamanos verde por la suciedad
y un inodoro amarillento, color óxido
–como algo en un experimento científico
donde se cultivan las plagas en los cuencos–.
En ese entonces el sexo era todavía un crimen.
Salía de mi residencia universitaria
hacia un destino falso,
me registraba en la posada con un nombre falso,
atravesaba el vestíbulo hasta ese baño
y me encerraba.
No lograba aprender a ponerme el diafragma,
lo decoraba como un ponqué con espermicida brillante
y me agachaba; se me caía de los dedos
y viajaba hasta una esquina,
para aterrizar en una depresión cóncava
como el nido de una rata.
Me inclinaba, lo recogía y lo lavaba,
lo lavaba hasta convertirlo en un domo frágil,
lo glaseaba de nuevo hasta que estuviera reluciente,
lo doblaba con su pequeño arco y
volaba por los aires, una esfera zumbante
como el anillo de Saturno,
me agachaba y me arrastraba para recuperarlo.
Eso es lo que veo cuando pienso en tener
dieciocho años, ese disco brillante
flotando en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma
de rodillas, tratando de alcanzar mi vida.


POEMA PARA LAS TETAS

Como otras hermanas gemelas, ellas pueden ser
mejor identificadas en la adultez.
Una es rápida para arrugar el ceño,
su cerebro, su veloz inteligencia. La otra
sueña dentro de una constelación,
pecas de Orión. Nacieron cuando yo tenía trece,
crecieron, salieron de mi pecho,
ahora tienen cuarenta, son sabias, generosas.
Estoy dentro de ellas – de alguna manera debajo de ellas,
o las llevo, tanto tiempo estuve viva sin ellas.
No puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos sean casi
mis sentimientos, como con alguien que uno ama. Parecen,
para mí, como un regalo que tengo que dar.
Que los hombres debían alabar su categoría de
ser, casi que pasaran hambre por ellas,
no se me escapaba, ni que algunos jóvenes
las amaban de la manera en que uno querría ser amado.
Todo el año estuvieron llamando a mi marido que se fue,
cantándole, como un par de sirenas
empapadas en las escolleras.
No pueden creer que las haya abandonado, no está en su
vocabulario, ellas, que fueron hechas
de promesa – ellas que son como juramentos literales mantenidos.
A veces, ahora, las tomo un momento,
una en cada mano, viudas gemelas,
pesa su tristeza. Ellas fueron un regalo que me dieron,
y después fueron nuestras, como lactantes sedientos
de excitación y plenitud. Y ahora es la misma
estación otra vez, la mismísima semana
que él se fue. ¿No les susurró
“Espérenme acá un año”? No.
Dijo, “Dios las bendiga, Dios
las bendiga, A-diós, para el resto
de su vida y la para la larga nada. Y ellas no
conocen el lenguaje, lo están esperando, mi
Dios que son bobas, ni siquiera
saben que son mortales – son dulces, supongo,
es refrescante vivir con ellas, seres sin
el conocimiento de la muerte, criaturas de un sufrimiento ignorante.

(Versión de Tom Maver)


SATÁN DICE

Estoy encerrada en una cajita de cedro
que tiene un cuadro de pastores pegado
sobre el panel central,tallado a los lados.
La caja se sostiene sobre unas patas curvas.
Tiene un cerrojo de oro en forma de corazón
sin ninguna llave.Escribo para tratar de salir de la caja cerrada,
que huele a cedro. Satán
viene a mi en la caja cerrada
y dice: yo la sacaré de ahí. Diga
Mi padre es una mierda. Digo
que mi padre es una mierda y Satán
se ríe y dice: Se está abriendo.
Diga que su madre es una alcahueta.
Mi madre es una alcahueta. Algo
se abre y se rompe cuando lo digo.
Mi espalda se endereza en la caja de cedro
como la espalda rosa de la bailarina del prendedor
con un ojo de rubí que descansa junto a mi,
sobre el satén en la caja de cedro.
Diga mierda, diga muerte, diga al carajo el padre,
me dice Satán al oído.
El dolor del pasado encerrado zumba
en la caja infantil sobre su cómoda, bajo
el ojo redondo del estanque
con rosas grabadas alrededor, donde
el odio hacia ella misma se miraba en el dolor.
Mierda. Muerte. Al carajo el padre.
Algo se abre. Satán dice:
¿No te sientes mucho mejor?
La luz parece quebrarse sobre el delicado
prendedor de edelweiss, tallado madera de dos tonos.
También lo quiero,
sabe, le digo al oscuro a Satán
en la caja cerrada. Los amo pero
trato de decir lo que nos ocurrió
en el pasado perdido. seguro, dice
y sonríe, seguro. Ahora diga: tortura.
Veo, en la oscuridad impregnada de cedro,
que se abre el borde de una gran bisagra.
Diga: la verga del padre, la concha
de la madre, dice Satán, y la saco de ahí.
El ángulo de la bisagra se ensancha
hasta que veo el contorno de la época
antes de que yo fuera, cuando ellos se
abrazaban en la cama. Cuando digo
las palabras mágicas, verga,concha,
Satán dice suavemente, Salga.
Pero el aire que rodea la abertura
es pesado y denso como humo ardiente.
Entre, dice, y siento su voz
que respira por la abertura.
La salida es a través de la boca de Satán.
Entre en mi boca, dice, ya está,
allí,y la enorme bisagra
empieza a cerrarse. Oh,No, también
los quería,afirmo el cuerpo,lo tenso
dentro de la casa de cedro.
Satán sale aspirado por el ojo de la cerradura.
me deja encerrada en la caja, sella
el cerrojo en forma de corazón con el lacre de su lengua.
Ahora es su ataúd, dice Satán.
Apenas lo escucho;
me caliento las
manos frías en el ojo de rubí
de la bailarina-
El fuego, el súbito descubrimiento de lo que es el amor.


RETROCEDO A MAYO DE 1937

los veo de pie en la formal entrada de sus universidades,
veo a mi padre salir despreocupadamente
por el arco de arenisca ocre , las tejas
rojas que brillan como curvos
platos de sangre detrás de su cabeza, veo
a mi madre que carga unos pocos libros livianos
de pie junto a la columna hecha de ladrillos diminutos con
las puertas de hierro forjado aún abiertas a su espalda, sus
remates de lanza negros en el aire de mayo,
están a punto de graduarse, están a punto de casarse,
son niños, son tontos, lo único que saben es que son
inocentes, jamás le harían daño a nadie,
deseo acercarme a ellos y decirles Deténganse,
no lo hagan...ella es la mujer equivocada,
él es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que no pueden imaginar que alguna vez harían,
van a hacerles cosas malas a sus hijos,
van a sufrir de una manera de la que jamás oyeron hablar,
van a desear morirse. Yo deseo
acercarme a ellos allí en la última luz de mayo y decirles,
el rostro ávido bonito y vacio de ella vuelto hacia mí,
su lastimoso bello cuerpo intocado,
el rostro apuesto arrogante y ciego de él vuelto hacia mí,
su lastimoso cuerpo bello intocado,
pero no lo hago. Quiero vivir. Los
levanto como a muñecos de papel
hombre y mujer y los froto entre sí con fuerza
a la altura de las caderas como astillas de pedernal
como para sacar de ellas una chispa, digo
Hagan lo que están por hacer, y yo se los contaré todo.


FIN

Nos decidimos a abortar, y juntos
nos volvimos asesinos. No cambió nada con
el próximo período: estaba muerta, esa pareja joven
que alguna vez había abrazado la vida.
Mientras lo discutíamos en la cama, el choque
no nos sorprendió. Fuimos a la ventana,
y miramos los autos hechos un acordeón,
las esquirlas de vidrio reluciente,
como si los culpables fuéramos nosotros.
La policía retiró los cuerpos,
ensangrentados como bebés recien nacidos,
por el huequito humeante de la puerta,
los colocó en el césped, y los cubrió con sábanas
que se empaparon en el acto. Sangre
empezó a caer de entre mis piernas
y manchó mis pantuflas. No me moví de ahí,
viendo cómo arrojaban a la figura atada con correas
por la abertura negra de la ambulancia, y cómo
paraban a la otra, la cabeza cubierta con vendajes,
dos manchas en reemplazo de los ojos.
La mañana siguiente me tuve que agachar
una hora en el piso, para limpiar mi sangre,
frotando un trapo húmedo por las manchas brillosas
y traslúcidas, como quien deja la sartén
largo rato en remojo
después de que la fiesta terminó.


LA ESPECIALISTA EN BABOSAS

Cuando era especialista en babosas, apartaba
las hojas de la hiedra, en busca de esos cuerpos
traslúcidos, brillosos, de gelatina verde,
que subían reptando lentamente
a mi merced, por la pared de piedra.
Al estar hechas casi todas de agua,
morían al instante si les echaban sal,
pero eso no era lo que a mí me interesaba. Lo que a mí me gustaba
era correr las hojas de la hiedra, quedarme respirando
el olor de la pared, y esperar en silencio hasta que el bicho
se olvidara de mí, y sacara las antenas;
ver cómo esos cuernitos relucientes se alargaban
como si fueran telescopios, hasta que finalmente
los extremos sensitivos salían a la luz,
íntimos e infalibles. Unos años más tarde,
cuando vi por primera vez a un hombre desnudo,
me sorprendió observar cómo se repetía
el callado misterio, ver a esa criatura
parsimoniosa y elegante salir de su escondite
y brillar en el aire polvoriento,
deseosa y tan confiada
que una podría llorar.


EL CADÁVER MISMO

Lo odié, después de su muerte, la manera como lo dejamos
sólo en la habitación. Durante meses hubo alguien con él,
estuviese dormido o despierto,
en coma, ahí estábamos, y ahora
estábamos junto a la puerta con el ministro y planeábamos
el funeral y ahí estaba él sólo
–como si todo lo que de él hubiésemos amado hubiese sido
su conciencia, que era el 90 por ciento de su cuerpo. Así que fui
y lo acaricié y lo acaricié, odiaba que lo tratásemos
como basura, lo quemaríamos como si solo el alma importara.
Quién iba a ser si no él parchado y abandonado.
Estaba lista para pelearme con cualquiera
que no tratase ese cuerpo con respeto, sólo dejen
que algún estudiante de medicina bromease sobre su hígado,
y lo derribaría, de tal manera quería derribar a alguien,
¡quería que este hombre se consumiese por entero,
que no vea yo ese brazo mañana en Redwood City! No se lleven
esa lengua para ningún trasplante, o ese enorme y reacio ojo,
qué importa si su alma se ha ido, yo lo conocí sin alma,
a lo largo de mi niñez lo vi recostado en aquel sofá
al oscuro final de la sala con la boca abierta
y nada más sino su cuerpo
y por ello lo acompañé en el hospital
y lo acaricié y lo acaricié, su brazo,
su cabello, yo creo que él ya no estaba ahí
pero era él a quien yo había amado,
este rudo hombre de rica y oscura materia,
este hombre que era como uno de esos seres primigenios
que vivieron en la tierra antes que Dios
tomase esa arcilla especial y formase a su propia gente.



POEMA PARA MI PRIMER AMANTE

Ahora que comprendo, me gusta
pensar en tu horror: te habían dado una joven
loca de amor, largo cuerpo
lozano y crudo, delgado como un jabón
gastado, pechos redondos y turgentes y
opalinos como pompas de jabón,
colocada entre tus piernas, dieciocho años,
intacta. Me gusta entender tu
horror, ahora, la forma en que la tomaste,
desvirgándola como si destripases un pescado,
marchándote en la mañana hablando de una esposa.
Ahora que sé
algo del miedo al amor
me gusta pensar en su cuerpo incandescente
verduzco como un pez sacado a tierra, retorciéndose
a palmetazos contra una roca – caída en tu
regazo, hombre, estremeciéndose como tu polla,
una mujer enajenada de amor, recién
salidita, punzante como una herramienta a estrenar,
centelleante sobre tus muslos y todo lo que
podías hacer con tanto horror era arrancar su fruto como a un
caracol para sacarlo de su negra concha y después
deshacerte de ella. Me intimida que el horror
se cobre tanto, estoy enamorada de la chica que fue
a ofrecerse, vino a ti y
lo dispuso todo como un manjar en una bandeja, la
dulce carne — sí, sí,
acepto el regalo.



TOMA DE POSESIÓN

Cuando llegan los invitados a la fiesta de mi hijo
se reúnen en el salón -
hombre bajos, hombres de primer curso
con suaves mentones y mandíbulas.
Están de pie con las manos en los bolsillos,
dándose empujones, disputándose el sitio, pequeñas peleas
que estallan y se calman. Uno le dice a otro
¿Cuántos años tienes? Seis. Yo siete. ¿Qué pasa?
Se observan mutuamente, se ven a sí mismos
diminutos en las pupilas del otro. Carraspean
mucho, una sala de pequeños banqueros
que cruzan los brazos y fruncen el ceño. Podría darte
una paliza, le dice uno de siete a uno de seis,
la tarta de la discordia, tan redonda y contundente como una
torreta, está detrás sobre la mesa. Mi hijo,
con pecas como motas de nuez moscada en sus mejillas,
su pecho estrecho como la quilla de una
maqueta de barco, manos largas,
frescas y finas como el día en el que le guiaron
fuera de mí, habla alto como un anfitrión
por el bien de todo el grupo.
Podríamos matar fácilmente a uno de dos años,
dice con su voz clara. Los otros
hombres están de acuerdo, se aclaran la garganta
como los Generales, se relajan y se ponen a
jugar a la guerra, celebrando la vida de mi hijo.


POEMA A MI MARIDO DE PARTE DE LA HIJA DE MI PADRE

Siempre admitiré tu valor. Cuando te veo
abrazarme, en el espejo, veo que soy
mi padre en mujer, te veo magnífico
abrazándole a él en mí, poniendo tu vida en sus
manos en lugar de en las mías. Sabes quién soy -eres capaz
de ver su cabello brotando de mi cabeza como
el petróleo de la tierra, ver sus ojos,
cobrizos como el licor que queda en el vaso y
se oscurece al secarse, mirando más allá de mi cara,
y sus firmes labios de lactante, y los senos,
creciendo en su pecho frágiles como ampollas,
coronados por un rosa manzana. Eres temerario, le
penetras como a una mujer, mi sexo como una
herida en su cuerpo, dispersas tu semilla en su
ser como si fuera yo, confías tus hijos a ese
hombre como madre, sus manos como mis manos
cóncavas protegiendo sus cabecitas. Nunca he
conocido a un hombre con tu valor, entrando
desnudo en la jaula del león, poso
mis enormes garras en tu cráneo, saco
mi gran lengua y comienzo a
aplicar la escofina cuidadosamente
en tu piel, murmurando: cuando llegas al
éxtasis, el vello de punta
por todo el cuerpo, jamás he visto a un
hombre más feliz.


LOS INVASORES

Hitler entró en París como mi
hermana entraba en mi habitación por la noche,
se sentaba a horcajadas sobre mí, me estrujaba con las rodillas,
clavaba las uñas de los pulgares en mis muñecas y
meaba encima de mí, sabiendo que nuestra madre nunca
creería mi versión. Todo muy
cauto, la cara borrosa sobre mí
refulgiendo en la sombra, el olor ocre
de su orina propagándose por el cuarto, el
calor hirviendo en mis piernas, mojada
mi estrecha pelvis. Cuando cesó el silbido, cuando un
agujero había sido marcado a fuego en mi cuerpo, tumbada
y calcinada de vergüenza, percibí el
relumbrar de su piel en el aire, el placer
ocre que crecía cuando Hitler se asomaba a
la tumba de Napoleón y murmuraba Éste es el
mejor momento de mi vida.


EL FINAL

Decidimos los dos abortar, convertirnos
juntos en asesinos. El periodo que vendría
no cambió nada. Estaban muertos, esa joven pareja
para toda una vida.
Mientras lo hablábamos en la cama, el accidente
no fue una sorpresa. Nos acercamos a la ventana,
vimos los coches aplastados y el reflejo
curvo de los añicos de cristal, como si hubiéramos
sido nosotros. La policía sacó los cuerpos
ensangrentados como partos por la abertura
humeante de la puerta, los pusieron
en un alto, los cubrieron con mantas que
calaban. La sangre
empezó a chorrear
por mis piernas hasta las zapatillas. Me quedé
donde estaba hasta que lanzaron el bulto
por el agujero negro
de la ambulancia y levantaron al otro
con una venda en la cabeza,
con manchas donde había habido ojos.
A la mañana siguiente tuve que arrodillarme
en ese suelo durante una hora, limpiar mi sangre
frotando con trapos mojados aquellas manchas
oscuras y traslúcidas, como se deja en agua
un tiempo el molde para ablandar el glasé
cuando acaba el banquete.


EL GREMIO

Todas las noches, cuando mi abuelo se sentaba
frente al fuego en la penumbra,
flameante la copa en la mano, su ojo
brillando en la vana aureola
de la llama, el ojo de cristal siniestro y pétreo,
un joven se sentaba junto a él
en silencio y oscuridad, un universitario de
piel blanca, sin arrugas, una bella
cara enjuta, una frente
muy pronunciada y ojos de ámbar como la resina de
los árboles aún jóvenes para ser cortados.
Era su hijo, allí sentado, un aprendiz,
noche tras noche, su vaso de carbón
junto al vaso de carbón del anciano,
y bebía cuando él bebía, y aprendió
el arte del olvido -ese joven
todavía sin crueldad, el pelo oscuro como
la tierra que alimenta la raíz del árbol,
ese hijo que superaría
con creces al maestro, el aprendiz
que dejaría atrás a su patrón en crueldad y olvido,
bebiendo sin pausa junto a las llamas entre las tinieblas,
ese joven, mi padre.


LA MUERTE DE MARILYN MONROE

Los paramédicos palparon su frío
cuerpo, lo cargaron, pesado como el hierro,
a la camilla, hicieron el intento de cerrarle
la boca, le cerraron los ojos, ataron
sus brazos a ambos lados, le apartaron un mechón
de cabello enredado, como si esto importara,
miraron la forma de sus pechos, planos
por la gravedad bajo la sábana,
se la llevaron, como si realmente fuera ella,
escaleras abajo.
Estos hombres ya no eran los mismos. Al salir
del trabajo, como siempre,
fueron a beber uno o dos tragos,
pero no podían verse a los ojos.
Sus vidas dieron
un giro –uno padecía pesadillas, extraños
dolores, impotencia, depresión. Otro
despreciaba su trabajo, su esposa lo miraba
diferente, sus hijos. Incluso la Muerte
notó algo distinto en él –un lugar donde ella
estaría esperando,
y otro más se halló a sí mismo, de pie en la noche
ante la puerta de un dormitorio, escuchando
la respiración de una mujer, sólo la respiración
de una mujer
ordinaria.
que nos da una salida.

El banquete de la vergüenza no es lugar para poetas


«Por las razones que se detallan aquí abajo, la poetisa Sharon Olds ha rehusado asistir al Festival Nacional del Libro en  Washington que, sea o no por casualidad, tiene lugar el 24 de septiembre, el mismo día que se celebra una manifestación pacífica en la capital. Sharon Olds, ganadora de un Premio del National Book Critics Circle y Profesora de Escritura creativa en la Universidad de Nueva York, fue invitada junto con otros escritores por la Primera Dama Laura Bush para una lectura de sus obras. Hace tres años el artista Julius Feiffer se negó a asistir al desayuno que se ofrecía en la Casa Blanca durante el festival, como protesta contra la Guerra de Irak (véase "Mr. Feiffer Regrets", del 11 de noviembre de 2002).
Sugerimos a los invitados al Festival de este año que consideren la posibilidad de seguir su ejemplo.-

Los Editores de  THE NATION

A Laura Bush
Primera Dama
La Casa Blanca

Querida señora Bush,

Le escribo para hacerle saber por qué no puedo aceptar su amable invitación para una lectura el 24 de septiembre en el Festival Nacional del Libro ni asistir a su cena en la Biblioteca del Congreso ni tampoco al desayuno en la Casa Blanca.

En cierto modo se trata de una invitación muy apetecible. ¡La idea de poder hablar en un festival al que asisten 85.000 personas es tentadora! La posibilidad de encontrar a nuevos lectores es apasionante para una poetisa desde el punto de vista personal y, asimismo, por el deseo de que la poesía sirva a sus electores, a todos aquellos de entre nosotros que necesitamos el placer y la inspiración interior y exterior que proporciona.

Además, el concepto de una comunidad de lectores y escritores hace tiempo que me alegra el corazón. Como profesora de escritura creativa en la facultad de una importante universidad he tenido la suerte de participar en algunos magníficos talleres de escritura, en los que nuestros estudiantes se convirtieron en profesores. Durante años, ellos han dado clases en sitios diversos: una prisión de mujeres, diversos institutos públicos de la ciudad de Nueva York, una sala de oncología infantil. Hace ya veinte años que funciona nuestro programa inicial en un hospital estatal de 900 camas para personas gravemente disminuidas, lo cual ha permitido el nacimiento de amistades duraderas entre jóvenes candidatos al doctorado en Bellas Artes y sus estudiantes, residentes crónicos hospitalarios que con su humor, su coraje y su sabiduría se convirtieron en profesores nuestros.

Cuando se ha sido testigo de cómo alguien que no puede hablar ni casi moverse explica detalladamente su nuevo poema con un dedo del pie, letra a letra, en un gran tablero alfabético de plástico, se ha conocido de cerca la pasión y la esencia de la escritura. Cuando se ha sostenido un pequeño tablero alfabético de cartulina ante una escritora que no puede hablar y sólo puede mover los ojos, y señala para ella primero la A, luego la B, después la C, la D, hasta llegar a la primera letra de la primera palabra de la primera línea del poema que la mujer ha estado componiendo en su cabeza toda la semana, y ella alza sus ojos para decir que sí cuando se toca dicha letra, se ha sentido con tibia inmediatez el deseo humano de la creación, de la expresión personal, de la exactitud, de la honradez y del ingenio, así como la importancia de la escritura, que celebra el valor de la historia única y de la música interior de cada persona.

Por eso la perspectiva de un festival de libros me pareció maravillosa. Pensé en la oportunidad que se me ofrecía para hablar sobre cómo iniciar un programa más vasto. Pensé en la posibilidad de vender algunos libros, de firmar algunos libros y conocer a algunos ciudadanos de Washington, DC. Pensé que podría intentar encontrar la manera, incluso como su invitada, con respeto, de hablar sobre mi profunda convicción de que no deberíamos haber invadido Irak, y declarar mi convencimiento de que el deseo de invadir otra cultura y otro país -con el consiguiente resultado de pérdidas de vidas y amputaciones entre nuestros valientes soldados y entre los no combatientes en su propio territorio- no surgió de nuestra democracia, sino que fue en cambio una decisión tomada «desde lo alto» e impuesta al pueblo con un lenguaje deformado y con falsedades. Esperaba expresar el miedo de que hayamos empezado a vivir en las sombras de la tiranía y del chovinismo religioso, la antítesis de la libertad, la tolerancia y la diversidad a que aspira nuestra nación.

Traté de ver el camino libre para asistir al festival y dar testimonio -como estadounidense que ama a su país y sus principios y su escritura- contra esta guerra no declarada y devastadora.

Pero no podría soportar la idea de compartir el pan con usted. Sé que si me sentara a comer a su lado sentiría como si estuviese perdonando lo que considero acciones salvajes y arbitrarias de la Administración de Bush.

Lo que se me venía a la mente era que yo estaría tomando los alimentos de la mano de la Primera Dama, que representa a la Administración que desencadenó esta guerra y que desea su continuación, incluso hasta el punto de permitir la «rendición extraordinaria»: el transporte de personas a otros países, donde serán torturadas para nosotros.

Muchos estadounidenses que se sentían orgullosos en nuestro país ahora sienten angustia y vergüenza por el actual régimen de sangre, mutilaciones y fuego. Pensé en los limpios manteles de su mesa, en los cuchillos brillantes y en las llamas de las velas, y no pude aguantarlo.

Afectuosamente,

Sharon Olds
 Ver texto original de la carta en The Nation
Traducido para Rebelión  por Manuel Talens
Enviado a PiensaChile por ALTERCOM

http://www.altercom.org

6 comentarios:

  1. increible saber como el manejo de la escritura da tan fuertes golpes a una sociedad devastadora,sociedad decaida en la que pocas personas pelean contra muchas con el simple proposito de educar de dar un punto de vista en el cual muy pocos entiendan el verdadero significado que contrae una bomba de texto como esta,bomba que a diferencia de otras es estimulante para la mente y que abre la mente hasta tal punto en que ya se pierde la persona y se convierte uno con la lectura ...

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  2. En los textos se muestra gran variedad de temas y conclusiones sensatas.

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  3. Camilo Andrés Flechas Mayorga28 de agosto de 2014, 7:09 p.m.

    De las mejores escritoras, tal vez una de las mejores que he leído alguna vez, sacando fuertemente la cara por el género femenino en la literatura, gran poeta, buena literatura inglesa, pronto empezaré a leer el libro "El padre" que me llama mucho la atención.

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  4. Sharon Olds consigue causar por medio de sus escritos una fuerte impresión, es como si literalmente tomaran vida, es sin duda una gran escritora.

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  5. Una de las mejores escritoras que allá leído una persona que en realidad te abre los ojos y te hace ver lo que es no lo que tu quieres ver ella es una de las grandes mujeres que ha sacado la cara por el genero femenino que hace ver a este mundo tan machista que una mujer puede escribir puede tomar el mundo en las manos y reducirlo en un gran texto en una gran obra de arte el arte de escribir de pensar y de cambiar este mundo no con guerras si con palabras que marcan y le dan sentido a la vida

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  6. Es una gran escritora siendo mujer nos ayuda a pensar que no debemos ser un objeto más, sino que nosotras también debemos pensar y no quedarnos solo para que un hombre machista no mantenga. Hace una gran critica al machismo. Y nos ayuda a ver la realidad sin minimizarla. En pocas palabras una muy buena escritora.

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