ESTATUA DE BRONCE
Por Juan Manuel Roca
Miyer, Hildebrando, William, Darío, Juan Manuel Roca, Ayda y Félix |
ESTATUA DE BRONCE
Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo.
Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas
Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos.
Luego fundiremos el hombre,
Pues un caballo sin jinete no es digno de una plaza
Y ni siquiera puede llamarse monumento.
Que todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros,
Monedas, candados, espuelas, medallas y cubiertos
Para fundir el hombre a su caballo.
Después discutiremos el lugar para la estatua y la forma de su pedestal.
¿Un recodo cercano a las montañas
Entre bosques de sauces y eucaliptos?
No estaría mal construir en el sitio elegido
Un pequeño parque que permita a las mucamas
Citarse con sus novios al pie de la escultura.
Debe amoblarse el espacio con bancas de madera:
Los oficinistas comerían emparedados a la hora del receso.
Bella será la sombra al mediodía
De caballo y jinete sobre la grava y el asfalto.
Las hojas caídas de los árboles
Tejerán un tapiz crujiente al paso de los estudiantes.
Los viejos fotógrafos
Sacarán los domingos sus cámaras de cajón
Y harán que los enamorados prolonguen el tiempo de los besos.
Todo concertado con autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
Luego vendrá la discusión.
¿Quién debe ser el hombre encima del corcel?
Sabios hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos.
Un filósofo a caballo
No puede replegar su pensamiento.
Los poetas viven recostados en la hierba.
Los campesinos no montan caballos de viento.
Los directores de orquesta no pueden dirigir
Desde una montura de bronce y el lomo inclinado de un caballo.
Los jubilados prefieren cabalgar nubes
Y permanecer sentados en los bancos.
Los pintores trazan caballos pero no se atreven a montarlos.
Los arquitectos pierden la perspectiva.
Los almirantes prefieren las crines de las olas.
Las bailarinas no necesitan pedestal para su vocación de aire.
Los astrólogos son una franca minoría.
¿Quién podría ser el jinete de bronce
Sobre el imponente y brioso caballo de bronce?
Deberá ser alguien que muchos ciudadanos admiren,
Un hombre que sea su propio mentor,
Que haya luchado a brazo partido por su gloria y su fortuna.
Ya está. Erijamos una estatua al asesino.
Bello libro editado por la Universidad del Valle. Fantasmario de Juan Manuel Roca |
EL ROCK DE LOS ADIOSES
(Con las guitarras de Wichi Nogueras y Ramón Fernández Larrea)
¿Y todos estos hombres que bailan
Van a morir? ¡Yeah!
¿Y los bárbaros que no llegan
Al poema del griego van a morir? ¡Oh, yeah!
¿Y el pájaro azul que me despierta
De la horrible pesadilla
Donde chapaleo recubierto de lodo? ¡Yeah,yeah!
¿Y los niños, por Dios,
Los niños que vuelcan el cesto de sus voces
En medio de nuestra estúpida historia?
¡Si, nena!
¿Y la luna rasurada y palmoteada con lavanda
Y la muchacha loca como los pájaros
Y los ríos donde la muerte se baña una y tres veces
Y las idiotas mañanitas de Dios
Y todos los poetas los engolados los puros
Los amorosos los solemnes y los piojosos
Todos los arrogantes y soberbios poetas
Van a morir? ¡Yeah! ¡Tres veces yeah!
CANCIÓN DEL QUE FABRICA LOS ESPEJOS
Fabrico espejos:
al horror agrego más horror,
más belleza a la belleza.
Llevo por la calle la luna de azogue:
el cielo se refleja en el espejo
y los tejados bailan
como un cuadro de Chagall.
Cuando el espejo entre en otra casa
borrará los rostros conocidos,
pues los espejos no narran su pasado,
no delatan antiguos moradores.
Algunos construyen cárceles,
barrotes para jaulas.
Yo fabrico espejos:
al horror agrego más horror,
más belleza a la belleza.
Tres poemas de Nelson Romero Guzmán
(Ataco, Tolima 1962)
Quizás si
todavía existe algo que nos permite rastrear el asombro es la poesía. Aquí les
dejo tres poemas del gran poeta Nelson Romero Guzmán, quien ha ganado numerosos
premios por su alta poesía, entre ellos vale la pena mencionar tres, el de la
Universidad de Antioquia en 1999, el Ciudad de Bogotá 2007 y el Casa de las
Américas concedido en enero de este año. Los poemas los tomé del libro Visión
bajo el relámpago (si quieren más poemas… me avisan).
Foto tomada
de http://www.eltiempo.com/entretenimiento/musica-y-libros/premio-casa-de-las-americas-al-poeta-nelson-romero-/15295481
|
Para un homenaje
Pintar la locura de los girasoles
Y hacer que iluminen la oscuridad del hombre
Esa es la Grandeza
Lo demás se subasta fácil como telas de holán
Pero nada más cercano a la gloria
Que un girasol que está muerto,
Y nos alumbra
La llave
La llave se quedó adentro
Fue el olvido de abrir
El que nos traicionó
Al fin pudo vengarse de sus moradores
Ahora la llave está libre,
Nosotros encerrados afuera
Del sótano a la guardilla
(Sobre un tema de Bachelard)
La casa comienza abajo, en lo oscuro
Donde tienen aposento los misterios.
Termina arriba, en
la revelación
Un poema más de Nelson Romero a petición de Álvaro Neil Franco:
Poema 28 del libro Obras de mampostería (2005-2007)
Sin escribir escribo,
salto de esta tapia al patio ajeno
a robar los melones encendidos
robo
para ser inocente
que Dios se perdone a sí mismo
si quiere de verdad perdonarme
A petición del Maestro Víctor López Rache, cinco poemas más del poeta Nelson Romero Guzmán
De coleccionista de mariposas
II
Lo escrito demora a veces en volar
En el jardín hay un constante aprendizaje de alas.
Si estás dentro de él, el tiempo es la belleza.
Por fuera, el hombre recoge las ruinas
de la muralla
V
Antes del vuelo ya existían las alas, los ojos, las
antenas
Antes de la escritura, lo escrito,
como anterior a la luz fueron los colores.
También antes de Dios la mariposa alzó vuelo.
De Obras de mampostería
6
En los ojos crece la hierba,
Se hace
monte la palabra,
Es impenetrable la escritura
11
A
Pastor Polanía
Si quieres que te abran
golpea en el aire,
mira la flor a la entrada, tócala,
huele sus pétalos dormidos.
Sólo
así la harás real.
Entonces llévala contigo por la ciudad
girándola en tus dedos,
girándola
aspa al viento,
no la abandones entre los desperdicios
que es con lo único que cuentas
La tomaste de la nada
pero no la devuelvas a la nada,
trabajo te costó hacerla.
Como una amante te acompañará,
te acompañará ese color hasta el día
del desvanecimiento
15
La guerra más bien se da ese lujo
de engañar a los mamposteros,
ella, muchacha en flor,
mira por las ventanas que ellos construyeron
el intercambio de hombres por caballos
CAVALO MORTO
Nota: Y entonces Henry Alexander
Gómez no tuvo más remedio que sacar este poema como un as bajo la manga, como
un gancho al hígado, como un gol de tiro libre o un gol de chilena o un gol
olímpico, como un home run con tres
bases llenas, para que el estimado público presente se silenciara y asumiera la
derrota en uno de esos duelos que solo se hacen en los barsitos de Duitama a
ciertas horas de la madrugada cuando hasta la muerte se sienta en la otra mesa
a mirarnos discutir sobre cuál poeta es el más grande de ese antro de ángeles y
pordioseros llamado Iberoamérica. Y por supuesto esa noche ganó Mestre con su
Cavalo Morto…
Cavalo Morto
Juan Carlos Mestre
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un
poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda
perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos.
Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de
una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en
medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo
Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de
loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su
caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de
otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene
forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un
lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a
fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una
púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo
como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices
suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de
gaviotas.
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un
poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los
hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse
aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen
del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y
escriben partituras con el timbre de las bicicletas.
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo
Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de
leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las
bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a
otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las
cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz
de las empleadas domésticas.
Cavalo
Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
En
Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite,
cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando
muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme
caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que
termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.
Evento convocado por el Santoto.Duitama. Invitados el 27 de febrero a la conferencia La poesía: hija del horror y la memoria a cargo del poeta Saúl Gómez Mantilla. |
MEDUSA
HOMERO ARIDJIS
Vagando por la ciudad de México
me encontré con Medusa, una prostituta
que corría las calles oceánicas de
Insurgentes.
De joven había sido la atracción del
Salón Rosa.
El cabaret se quemó y en un vestidor
quedó atrapada.
Ahora era un monstruo de amor.
Esa noche ocultaba sus ojos
petrificadores con lentes de sol
y su cabellera de serpientes con una
peluca dorada.
Tapándose la boca con la mano, no
podía disimular sus dientes atroces.
Al toparme con ella, yo, que una vez
la amé,
no supe qué era peor,
si verla a los ojos y convertirme en
piedra,
o pasar de largo y convertirme en
olvido.
México, martes 13 de julio de 1999
SHARON OLDS
La
casa parece
Encerrarte
lentamente.
Yo
te encierro, como un animal
salvaje
junto al fuego. Recuerdo
que
podría asesinar por ti.
Me
recuerdo a mí misma
que
no será necesario.
http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=1268&Itemid=88 |
A manera de epígrafe, un
epígrafe tomado de:
Los demás poemas provienen de tantos sitios
fantasmales aunque en realidad han sido tomados de los libros de Sharon Olds. Incluso
dejamos dos versiones de un poema para que el lector rastree los orígenes. Llegamos a ella gracias a Alexander Supertramp y gracias a la
reproducción de una carta enviada a Laura Bush en la que cuestiona las
políticas del gobierno estadounidense. La carta se encuentra después de los
poemas.
REGRESO A MAYO
1937
Los
veo, de pie, en la entrada principal de sus universidades,
Veo
a mi padre
andar
bajo el arco ocre de piedra arenisca,
las
losas rojas destellan como platos
de
sangre inclinados detrás de su cabeza,
veo
a mi madre con algunos libros livianos en su cadera,
detenida
en el pilar hecho de pequeños ladrillos
con
la reja de hierro dulce, todavía abierta detrás de ella,
sus
puntas de espada negra en el aire de mayo;
están
a punto de graduarse, a punto de casarse,
son
chicos, son tontos, todo lo que saben
es
que son inocentes, que nunca lastimarían a nadie.
Yo
quiero ir hacia ellos y decirles: alto,
no
lo hagan, ella es la mujer equivocada,
él
es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que
nunca imaginaron serían capaces de realizar,
van
a hacer maldades a los niños,
van
a sufrir en formas de las que nunca habían escuchado,
van
a querer morir. Quiero ir
hacia
ellos en la luz solar del fin de mayo y decirlo,
la
cara bonita, en blanco y hambrienta de ella volviendo hacia mí,
su
cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
la
cara arrogante y apuesta de él volviendo hacia mí,
su
cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
pero
no lo hago. Quiero vivir.
Los
tomo como a muñecos de papel
macho
y hembra y los golpeo entre sí
en
las caderas como esquirlas de piedra
que
encendieran chispas, les digo
hagan
lo que van a hacer, yo lo contaré.
TRUCOS
Mi
madre
la
ilusionista
consigue
que aparezcan
huevos
en la mano.
Mis
ovarios
aparecen
en su mano, negros como higos,
y
arrugados como dedos tras un día de colada.
Cierra
su mano,
y
al abrirla
no
hay nada.
Saca
pañuelos de seda de sus orejas
de
todos los colores, joyas de su boca,
leche
de sus pezones. Mi madre la desnuda
ilusionista
sube al escenario
y
despliega sus trucos.
Se
saca los ojos.
Sus
vacías cuencas
se
llenan de aceite que rezuma,
de
whisky y heces.
De
sus narices
extrae
rollos de pergamino
que
se incendian.
En
la escena final
lentamente
se saca a mi padre
del
coño y lo coloca
sobre
un sombrero de copa
donde
desaparece.
Creo
que puede convertir cualquier cosa
en
nada, ella es un hueco en el espacio,
es
la mejor, la perfecta
ilusionista.
Todo esto
lo
acabo de sacar de mi boca aquí mismo
ante
tus ojos.
EL ABORTO
Al
mes encinta, grandes
coágulos
de sangre aparecieron en el agua
verduzca
del baño.
De
un rojo oscuro como el negro sobre el piélago
traslúcido,
como formas de vida
que
emergen, medusas de formas definidas
como
los hongos.
Fue esa la única comparecencia del
niño,
formas negras y festoneadas
cayendo
lentamente. Un mes después
concebimos
a nuestro hijo, y nunca volví
a
llorar al que apenas llegó al umbral con su mensaje: que podíamos
hacer
los dos una chapuza. Envuelto todo en
púrpura
partió como un mensajero
ajusticiado
por traer malas noticias.
(Trad.
J.J. Almagro y C. Jiménez Arribas)
BARÓMETRO
Por
ser la hermana menor de una mujer
que
abandonó a su hija —dejándola a mitad de camino,
como
se tira un marido— no soy como las otras madres.
Por
las noches, voy al cuarto de mi hija,
y
escucho el sonido en la cisterna
de
su respiración; voy al cuarto de mi hijo, el grillo
todavía
vivo en su garganta, en su pecho;
Quisiera
poder inclinarme sobre mi propia cama
y
escuchar mi respiración, para saber el clima
que
viene.
SEXO SIN AMOR
¿Cómo
lo pueden hacer, los que hacen el amor sin amor?
Bailarines
hermosos,
deslizándose
como patinadores
sobre
el hielo, con los dedos engarzados
a
sus cuerpos, de caras enrojecidas
como
el bistec y el vino, mojados
como
los niños abandonados por sus madres al nacer.
¿Cómo
pueden llegar al instante
del
instante mismo de los dioses, llegar a las aguas tranquilas,
sin
amar al que llega con ellos, ligeramente
elevándose
como el vapor de los cuerpos juntos?
Ellos
son los místicos verdaderos,
los
puristas, los duros que no van a aceptar
al
falso Mesías, ni a confundir al sacerdote
con
Dios. Ni al amante con su propio placer;
como
los mejores atletas, saben que están solos
frente
a la pista, con el frío, el viento,
las
zapatillas bien amarradas y el corazón
en
su puesto -circunstancias y factores solamente, como su pareja
en
la cama, y no la verdad: el cuerpo solitario en el universo,
compitiendo
con el mejor instante de su vida.
SENTIMIENTOS
Cuando
el médico residente auscultó el corazon detenido
yo
lo miré, como si él o yo
fuéramos
salvajes, fuéramos de otro mundo:
yo
había perdido el lenguaje de los gestos,
no
sabía qué significaba para un extraño
levantar
la bata y ver el cuerpo desnudo de mi padre.
Mi
rostro estaba mojado, el de mi padre
apenas
húmedo con el sudor de su vida,
estos
últimos minutos de trabajo duro.
Yo
estaba recostada en la pared, en un rincón,
y
él estaba echado en la cama, los dos hacíamos algo,
y
todos los demás creían en el Dios Cristiano,
llamaban
a mi padre la cáscara sobre la cama,
sólo
yo sabía que se había ido del todo,
sólo
yo le dije adiós a su cuerpo
que
era todo cuanto él era. Sujeté con fuerza
su
pie, pensé en ese anciano esquimal
que
sostiene la popa de la canoa mortuoria,
y
lo abandoné suavemente al mundo de las cosas.
Sentí
la sequedad de sus labios
en
los míos, sentí la levedad de mi beso
mover
su cabeza sobre la almohada
así
como se mueven las cosas
como
por su propia cuenta en le agua mansa,
sentí
sus cabellos de lobo en mis dedos,
se
tambaleaban las paredes, el piso,
el
techo giraba como si no estuviera yo
saliendo
del cuarto sino el cuarto
alejándose
de mí. Me hubiera gustado
quedarme
a su lado, cabalgar junto a él
mientras
lo llevaban al lugar donde lo cremarían,
verlo
entrar a salvo en el fuego,
tocar
sus cenizas tibias, y después llevar
mi
dedo hasta mi lengua. A la mañana siguiente,
sentí
el cuerpo de mi esposo
aplastándome
dulcemente como una pesa
sobre
algo blando, una fruta, su cuerpo asiéndome
a
este mundo con firmeza. Sí, las lágrimas brotaron,
como
el zumo o el azucar de la fruta.
Se
adelgaza la piel, se rompe, se rasga: hay
leyes
en este mundo y según ellas vivimos.
UNIDAD DE
QUEMADOS
Cuando
mi madre habla de la Unidad de Quemados
que
ha donado al hospital de su ciudad,
mi
pelo asciende y flamea como humo
en
el aire que rodea mi cabeza. Menciona las
camas
en su nombre, los baños en suspensión y
kilómetros
cuadrados de venda, y pienso en los
años
con ella, yo su hija, como
sin
piel, dando vueltas en carne
viva,
con quemaduras de primer grado en el noventa
por
ciento del cuerpo. Solía quedarme pegada a las puertas
que
intentaba cruzar, a las sillas de las que
intentaba
levantarme, jirones
que
se desprendían fácilmente como
carne
de cerdo muy hecha, y nadie me daba
una
gasa, o un corte de mantequilla para que
se
fundiese en mi costado crujiente, pero cuando
gritaba,
ella me arrimaba a su
plancha
ardiendo, cuando la cabeza clacinada apestaba ella
me
arrastraba más y más a la habitación
en
llamas de su vida. Así que cuando habla de su
Unidad
de Quemados imagino a una niña
que
llegará allí, flotará en un agua
rubia
como lágrimas, un colgajo suspendido en una
bañera
de ungüento, chupando hielo mientras
apagan
las diminutas llamas que quedan
en
el pelo cercano al cerebro, y digo
Déjale
dormir cuanto quiera, permítele salir
indemne,
sin ninguna marca que
honre
el poder del fuego.
EL PENE DEL PAPA
Cuelga
en lo profundo de su bata,
un
delicado badajo en el centro de una campana.
Se
mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal
en
un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante
en
medio de la oscuridad y el calor.
Y
en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta
para
alabar a Dios.
***
Ahora
que entiendo,
quiero
pensar en tu terror:
entre
tus piernas, una niña loca de amor;
el
cuerpo largo, fresco, joven, delgado
como
pastillas de jabón; los pechos redondos y elevados,
burbujas
opalescentes; dieciocho años, nunca antes tocada.
Quiero
entender tu terror ahora,
la
forma en que la tomaste
y
la desfloraste como limpiando un pez,
la
conversación de esposa al irte en la mañana.
Ahora
que conozco el miedo del amor
quiero
pensar en su cuerpo blanco y caliente
como
un pez verdoso recién llegado a tierra
que
se agita y se da golpes contra las rocas.
Cayó
en tu regazo, temblando igual que tu pene,
una
mujer enloquecida de amor, con el calor
de
un libro recién impreso, tan aguda
como
una herramienta nunca usada.
Ardía
en tus muslos y todo lo que pudiste
hacer
fue hurgar en su cereza
como
sacando a un caracol de su oscura concha
y
luego tirarla lejos. Me asombra el terror dispuesto
a
perder tanto, me enamora la niña
entregada
que fue hasta ti y te dio su ofrenda,
la
carne delicada, como un festín
en
una bandeja –sí, sí,
acepto
el obsequio.
ADOLESCENCIA
Cuando
pienso en mi adolescencia,
pienso
en el baño de aquel sórdido hotel
al
que me llevaba mi novio en San Francisco.
Nunca
había visto un baño así:
no
tenía cortinas, ni toallas, ni espejo, solo
un
lavamanos verde por la suciedad
y
un inodoro amarillento, color óxido
–como
algo en un experimento científico
donde
se cultivan las plagas en los cuencos–.
En
ese entonces el sexo era todavía un crimen.
Salía
de mi residencia universitaria
hacia
un destino falso,
me
registraba en la posada con un nombre falso,
atravesaba
el vestíbulo hasta ese baño
y
me encerraba.
No
lograba aprender a ponerme el diafragma,
lo
decoraba como un ponqué con espermicida brillante
y
me agachaba; se me caía de los dedos
y
viajaba hasta una esquina,
para
aterrizar en una depresión cóncava
como
el nido de una rata.
Me
inclinaba, lo recogía y lo lavaba,
lo
lavaba hasta convertirlo en un domo frágil,
lo
glaseaba de nuevo hasta que estuviera reluciente,
lo
doblaba con su pequeño arco y
volaba
por los aires, una esfera zumbante
como
el anillo de Saturno,
me
agachaba y me arrastraba para recuperarlo.
Eso
es lo que veo cuando pienso en tener
dieciocho
años, ese disco brillante
flotando
en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma
de
rodillas, tratando de alcanzar mi vida.
POEMA PARA LAS
TETAS
Como
otras hermanas gemelas, ellas pueden ser
mejor
identificadas en la adultez.
Una
es rápida para arrugar el ceño,
su
cerebro, su veloz inteligencia. La otra
sueña
dentro de una constelación,
pecas
de Orión. Nacieron cuando yo tenía trece,
crecieron,
salieron de mi pecho,
ahora
tienen cuarenta, son sabias, generosas.
Estoy
dentro de ellas – de alguna manera debajo de ellas,
o
las llevo, tanto tiempo estuve viva sin ellas.
No
puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos sean casi
mis
sentimientos, como con alguien que uno ama. Parecen,
para
mí, como un regalo que tengo que dar.
Que
los hombres debían alabar su categoría de
ser,
casi que pasaran hambre por ellas,
no
se me escapaba, ni que algunos jóvenes
las
amaban de la manera en que uno querría ser amado.
Todo
el año estuvieron llamando a mi marido que se fue,
cantándole,
como un par de sirenas
empapadas
en las escolleras.
No
pueden creer que las haya abandonado, no está en su
vocabulario,
ellas, que fueron hechas
de
promesa – ellas que son como juramentos literales mantenidos.
A
veces, ahora, las tomo un momento,
una
en cada mano, viudas gemelas,
pesa
su tristeza. Ellas fueron un regalo que me dieron,
y
después fueron nuestras, como lactantes sedientos
de
excitación y plenitud. Y ahora es la misma
estación
otra vez, la mismísima semana
que
él se fue. ¿No les susurró
“Espérenme
acá un año”? No.
Dijo,
“Dios las bendiga, Dios
las
bendiga, A-diós, para el resto
de
su vida y la para la larga nada. Y ellas no
conocen
el lenguaje, lo están esperando, mi
Dios
que son bobas, ni siquiera
saben
que son mortales – son dulces, supongo,
es
refrescante vivir con ellas, seres sin
el
conocimiento de la muerte, criaturas de un sufrimiento ignorante.
(Versión
de Tom Maver)
SATÁN DICE
Estoy
encerrada en una cajita de cedro
que
tiene un cuadro de pastores pegado
sobre
el panel central,tallado a los lados.
La
caja se sostiene sobre unas patas curvas.
Tiene
un cerrojo de oro en forma de corazón
sin
ninguna llave.Escribo para tratar de salir de la caja cerrada,
que
huele a cedro. Satán
viene
a mi en la caja cerrada
y
dice: yo la sacaré de ahí. Diga
Mi
padre es una mierda. Digo
que
mi padre es una mierda y Satán
se
ríe y dice: Se está abriendo.
Diga
que su madre es una alcahueta.
Mi
madre es una alcahueta. Algo
se
abre y se rompe cuando lo digo.
Mi
espalda se endereza en la caja de cedro
como
la espalda rosa de la bailarina del prendedor
con
un ojo de rubí que descansa junto a mi,
sobre
el satén en la caja de cedro.
Diga
mierda, diga muerte, diga al carajo el padre,
me
dice Satán al oído.
El
dolor del pasado encerrado zumba
en
la caja infantil sobre su cómoda, bajo
el
ojo redondo del estanque
con
rosas grabadas alrededor, donde
el
odio hacia ella misma se miraba en el dolor.
Mierda.
Muerte. Al carajo el padre.
Algo
se abre. Satán dice:
¿No
te sientes mucho mejor?
La
luz parece quebrarse sobre el delicado
prendedor
de edelweiss, tallado madera de dos tonos.
También
lo quiero,
sabe,
le digo al oscuro a Satán
en
la caja cerrada. Los amo pero
trato
de decir lo que nos ocurrió
en
el pasado perdido. seguro, dice
y
sonríe, seguro. Ahora diga: tortura.
Veo,
en la oscuridad impregnada de cedro,
que
se abre el borde de una gran bisagra.
Diga:
la verga del padre, la concha
de
la madre, dice Satán, y la saco de ahí.
El
ángulo de la bisagra se ensancha
hasta
que veo el contorno de la época
antes
de que yo fuera, cuando ellos se
abrazaban
en la cama. Cuando digo
las
palabras mágicas, verga,concha,
Satán
dice suavemente, Salga.
Pero
el aire que rodea la abertura
es
pesado y denso como humo ardiente.
Entre,
dice, y siento su voz
que
respira por la abertura.
La
salida es a través de la boca de Satán.
Entre
en mi boca, dice, ya está,
allí,y
la enorme bisagra
empieza
a cerrarse. Oh,No, también
los
quería,afirmo el cuerpo,lo tenso
dentro
de la casa de cedro.
Satán
sale aspirado por el ojo de la cerradura.
me
deja encerrada en la caja, sella
el
cerrojo en forma de corazón con el lacre de su lengua.
Ahora
es su ataúd, dice Satán.
Apenas
lo escucho;
me
caliento las
manos
frías en el ojo de rubí
de
la bailarina-
El
fuego, el súbito descubrimiento de lo que es el amor.
RETROCEDO A MAYO
DE 1937
los
veo de pie en la formal entrada de sus universidades,
veo
a mi padre salir despreocupadamente
por
el arco de arenisca ocre , las tejas
rojas
que brillan como curvos
platos
de sangre detrás de su cabeza, veo
a
mi madre que carga unos pocos libros livianos
de
pie junto a la columna hecha de ladrillos diminutos con
las
puertas de hierro forjado aún abiertas a su espalda, sus
remates
de lanza negros en el aire de mayo,
están
a punto de graduarse, están a punto de casarse,
son
niños, son tontos, lo único que saben es que son
inocentes,
jamás le harían daño a nadie,
deseo
acercarme a ellos y decirles Deténganse,
no
lo hagan...ella es la mujer equivocada,
él
es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que
no pueden imaginar que alguna vez harían,
van
a hacerles cosas malas a sus hijos,
van
a sufrir de una manera de la que jamás oyeron hablar,
van
a desear morirse. Yo deseo
acercarme
a ellos allí en la última luz de mayo y decirles,
el
rostro ávido bonito y vacio de ella vuelto hacia mí,
su
lastimoso bello cuerpo intocado,
el
rostro apuesto arrogante y ciego de él vuelto hacia mí,
su
lastimoso cuerpo bello intocado,
pero
no lo hago. Quiero vivir. Los
levanto
como a muñecos de papel
hombre
y mujer y los froto entre sí con fuerza
a
la altura de las caderas como astillas de pedernal
como
para sacar de ellas una chispa, digo
Hagan
lo que están por hacer, y yo se los contaré todo.
FIN
Nos
decidimos a abortar, y juntos
nos
volvimos asesinos. No cambió nada con
el
próximo período: estaba muerta, esa pareja joven
que
alguna vez había abrazado la vida.
Mientras
lo discutíamos en la cama, el choque
no
nos sorprendió. Fuimos a la ventana,
y
miramos los autos hechos un acordeón,
las
esquirlas de vidrio reluciente,
como
si los culpables fuéramos nosotros.
La
policía retiró los cuerpos,
ensangrentados
como bebés recien nacidos,
por
el huequito humeante de la puerta,
los
colocó en el césped, y los cubrió con sábanas
que
se empaparon en el acto. Sangre
empezó
a caer de entre mis piernas
y
manchó mis pantuflas. No me moví de ahí,
viendo
cómo arrojaban a la figura atada con correas
por
la abertura negra de la ambulancia, y cómo
paraban
a la otra, la cabeza cubierta con vendajes,
dos
manchas en reemplazo de los ojos.
La
mañana siguiente me tuve que agachar
una
hora en el piso, para limpiar mi sangre,
frotando
un trapo húmedo por las manchas brillosas
y
traslúcidas, como quien deja la sartén
largo
rato en remojo
después
de que la fiesta terminó.
LA ESPECIALISTA
EN BABOSAS
Cuando
era especialista en babosas, apartaba
las
hojas de la hiedra, en busca de esos cuerpos
traslúcidos,
brillosos, de gelatina verde,
que
subían reptando lentamente
a
mi merced, por la pared de piedra.
Al
estar hechas casi todas de agua,
morían
al instante si les echaban sal,
pero
eso no era lo que a mí me interesaba. Lo que a mí me gustaba
era
correr las hojas de la hiedra, quedarme respirando
el
olor de la pared, y esperar en silencio hasta que el bicho
se
olvidara de mí, y sacara las antenas;
ver
cómo esos cuernitos relucientes se alargaban
como
si fueran telescopios, hasta que finalmente
los
extremos sensitivos salían a la luz,
íntimos
e infalibles. Unos años más tarde,
cuando
vi por primera vez a un hombre desnudo,
me
sorprendió observar cómo se repetía
el
callado misterio, ver a esa criatura
parsimoniosa
y elegante salir de su escondite
y
brillar en el aire polvoriento,
deseosa
y tan confiada
que
una podría llorar.
EL CADÁVER MISMO
Lo
odié, después de su muerte, la manera como lo dejamos
sólo
en la habitación. Durante meses hubo alguien con él,
estuviese
dormido o despierto,
en
coma, ahí estábamos, y ahora
estábamos
junto a la puerta con el ministro y planeábamos
el
funeral y ahí estaba él sólo
–como
si todo lo que de él hubiésemos amado hubiese sido
su
conciencia, que era el 90 por ciento de su cuerpo. Así que fui
y
lo acaricié y lo acaricié, odiaba que lo tratásemos
como
basura, lo quemaríamos como si solo el alma importara.
Quién
iba a ser si no él parchado y abandonado.
Estaba
lista para pelearme con cualquiera
que
no tratase ese cuerpo con respeto, sólo dejen
que
algún estudiante de medicina bromease sobre su hígado,
y
lo derribaría, de tal manera quería derribar a alguien,
¡quería
que este hombre se consumiese por entero,
que
no vea yo ese brazo mañana en Redwood City! No se lleven
esa
lengua para ningún trasplante, o ese enorme y reacio ojo,
qué
importa si su alma se ha ido, yo lo conocí sin alma,
a
lo largo de mi niñez lo vi recostado en aquel sofá
al
oscuro final de la sala con la boca abierta
y
nada más sino su cuerpo
y
por ello lo acompañé en el hospital
y
lo acaricié y lo acaricié, su brazo,
su
cabello, yo creo que él ya no estaba ahí
pero
era él a quien yo había amado,
este
rudo hombre de rica y oscura materia,
este
hombre que era como uno de esos seres primigenios
que
vivieron en la tierra antes que Dios
tomase
esa arcilla especial y formase a su propia gente.
POEMA PARA MI
PRIMER AMANTE
Ahora
que comprendo, me gusta
pensar
en tu horror: te habían dado una joven
loca
de amor, largo cuerpo
lozano
y crudo, delgado como un jabón
gastado,
pechos redondos y turgentes y
opalinos
como pompas de jabón,
colocada
entre tus piernas, dieciocho años,
intacta.
Me gusta entender tu
horror,
ahora, la forma en que la tomaste,
desvirgándola
como si destripases un pescado,
marchándote
en la mañana hablando de una esposa.
Ahora
que sé
algo
del miedo al amor
me
gusta pensar en su cuerpo incandescente
verduzco
como un pez sacado a tierra, retorciéndose
a
palmetazos contra una roca – caída en tu
regazo,
hombre, estremeciéndose como tu polla,
una
mujer enajenada de amor, recién
salidita,
punzante como una herramienta a estrenar,
centelleante
sobre tus muslos y todo lo que
podías
hacer con tanto horror era arrancar su fruto como a un
caracol
para sacarlo de su negra concha y después
deshacerte
de ella. Me intimida que el horror
se
cobre tanto, estoy enamorada de la chica que fue
a
ofrecerse, vino a ti y
lo
dispuso todo como un manjar en una bandeja, la
dulce
carne — sí, sí,
acepto
el regalo.
TOMA DE POSESIÓN
Cuando
llegan los invitados a la fiesta de mi hijo
se
reúnen en el salón -
hombre
bajos, hombres de primer curso
con
suaves mentones y mandíbulas.
Están
de pie con las manos en los bolsillos,
dándose
empujones, disputándose el sitio, pequeñas peleas
que
estallan y se calman. Uno le dice a otro
¿Cuántos
años tienes? Seis. Yo siete. ¿Qué pasa?
Se
observan mutuamente, se ven a sí mismos
diminutos
en las pupilas del otro. Carraspean
mucho,
una sala de pequeños banqueros
que
cruzan los brazos y fruncen el ceño. Podría darte
una
paliza, le dice uno de siete a uno de seis,
la
tarta de la discordia, tan redonda y contundente como una
torreta,
está detrás sobre la mesa. Mi hijo,
con
pecas como motas de nuez moscada en sus mejillas,
su
pecho estrecho como la quilla de una
maqueta
de barco, manos largas,
frescas
y finas como el día en el que le guiaron
fuera
de mí, habla alto como un anfitrión
por
el bien de todo el grupo.
Podríamos
matar fácilmente a uno de dos años,
dice
con su voz clara. Los otros
hombres
están de acuerdo, se aclaran la garganta
como
los Generales, se relajan y se ponen a
jugar
a la guerra, celebrando la vida de mi hijo.
POEMA A MI
MARIDO DE PARTE DE LA HIJA DE MI PADRE
Siempre
admitiré tu valor. Cuando te veo
abrazarme,
en el espejo, veo que soy
mi
padre en mujer, te veo magnífico
abrazándole
a él en mí, poniendo tu vida en sus
manos
en lugar de en las mías. Sabes quién soy -eres capaz
de
ver su cabello brotando de mi cabeza como
el
petróleo de la tierra, ver sus ojos,
cobrizos
como el licor que queda en el vaso y
se
oscurece al secarse, mirando más allá de mi cara,
y
sus firmes labios de lactante, y los senos,
creciendo
en su pecho frágiles como ampollas,
coronados
por un rosa manzana. Eres temerario, le
penetras
como a una mujer, mi sexo como una
herida
en su cuerpo, dispersas tu semilla en su
ser
como si fuera yo, confías tus hijos a ese
hombre
como madre, sus manos como mis manos
cóncavas
protegiendo sus cabecitas. Nunca he
conocido
a un hombre con tu valor, entrando
desnudo
en la jaula del león, poso
mis
enormes garras en tu cráneo, saco
mi
gran lengua y comienzo a
aplicar
la escofina cuidadosamente
en
tu piel, murmurando: cuando llegas al
éxtasis,
el vello de punta
por
todo el cuerpo, jamás he visto a un
hombre
más feliz.
LOS INVASORES
Hitler
entró en París como mi
hermana
entraba en mi habitación por la noche,
se
sentaba a horcajadas sobre mí, me estrujaba con las rodillas,
clavaba
las uñas de los pulgares en mis muñecas y
meaba
encima de mí, sabiendo que nuestra madre nunca
creería
mi versión. Todo muy
cauto,
la cara borrosa sobre mí
refulgiendo
en la sombra, el olor ocre
de
su orina propagándose por el cuarto, el
calor
hirviendo en mis piernas, mojada
mi
estrecha pelvis. Cuando cesó el silbido, cuando un
agujero
había sido marcado a fuego en mi cuerpo, tumbada
y
calcinada de vergüenza, percibí el
relumbrar
de su piel en el aire, el placer
ocre
que crecía cuando Hitler se asomaba a
la
tumba de Napoleón y murmuraba Éste es el
mejor
momento de mi vida.
EL FINAL
Decidimos
los dos abortar, convertirnos
juntos
en asesinos. El periodo que vendría
no
cambió nada. Estaban muertos, esa joven pareja
para
toda una vida.
Mientras
lo hablábamos en la cama, el accidente
no
fue una sorpresa. Nos acercamos a la ventana,
vimos
los coches aplastados y el reflejo
curvo
de los añicos de cristal, como si hubiéramos
sido
nosotros. La policía sacó los cuerpos
ensangrentados
como partos por la abertura
humeante
de la puerta, los pusieron
en
un alto, los cubrieron con mantas que
calaban.
La sangre
empezó
a chorrear
por
mis piernas hasta las zapatillas. Me quedé
donde
estaba hasta que lanzaron el bulto
por
el agujero negro
de
la ambulancia y levantaron al otro
con
una venda en la cabeza,
con
manchas donde había habido ojos.
A
la mañana siguiente tuve que arrodillarme
en
ese suelo durante una hora, limpiar mi sangre
frotando
con trapos mojados aquellas manchas
oscuras
y traslúcidas, como se deja en agua
un
tiempo el molde para ablandar el glasé
cuando
acaba el banquete.
EL GREMIO
Todas
las noches, cuando mi abuelo se sentaba
frente
al fuego en la penumbra,
flameante
la copa en la mano, su ojo
brillando
en la vana aureola
de
la llama, el ojo de cristal siniestro y pétreo,
un
joven se sentaba junto a él
en
silencio y oscuridad, un universitario de
piel
blanca, sin arrugas, una bella
cara
enjuta, una frente
muy
pronunciada y ojos de ámbar como la resina de
los
árboles aún jóvenes para ser cortados.
Era
su hijo, allí sentado, un aprendiz,
noche
tras noche, su vaso de carbón
junto
al vaso de carbón del anciano,
y
bebía cuando él bebía, y aprendió
el
arte del olvido -ese joven
todavía
sin crueldad, el pelo oscuro como
la
tierra que alimenta la raíz del árbol,
ese
hijo que superaría
con
creces al maestro, el aprendiz
que
dejaría atrás a su patrón en crueldad y olvido,
bebiendo
sin pausa junto a las llamas entre las tinieblas,
ese
joven, mi padre.
LA MUERTE DE
MARILYN MONROE
Los
paramédicos palparon su frío
cuerpo,
lo cargaron, pesado como el hierro,
a
la camilla, hicieron el intento de cerrarle
la
boca, le cerraron los ojos, ataron
sus
brazos a ambos lados, le apartaron un mechón
de
cabello enredado, como si esto importara,
miraron
la forma de sus pechos, planos
por
la gravedad bajo la sábana,
se
la llevaron, como si realmente fuera ella,
escaleras
abajo.
Estos
hombres ya no eran los mismos. Al salir
del
trabajo, como siempre,
fueron
a beber uno o dos tragos,
pero
no podían verse a los ojos.
Sus
vidas dieron
un
giro –uno padecía pesadillas, extraños
dolores,
impotencia, depresión. Otro
despreciaba
su trabajo, su esposa lo miraba
diferente,
sus hijos. Incluso la Muerte
notó
algo distinto en él –un lugar donde ella
estaría
esperando,
y
otro más se halló a sí mismo, de pie en la noche
ante
la puerta de un dormitorio, escuchando
la
respiración de una mujer, sólo la respiración
de
una mujer
ordinaria.
que
nos da una salida.
El
banquete de la vergüenza no es lugar para poetas
«Por las razones que se detallan aquí
abajo, la poetisa Sharon Olds ha rehusado asistir al Festival Nacional del
Libro en Washington que, sea o no por
casualidad, tiene lugar el 24 de septiembre, el mismo día que se celebra una
manifestación pacífica en la capital. Sharon Olds, ganadora de un Premio del
National Book Critics Circle y Profesora de Escritura creativa en la
Universidad de Nueva York, fue invitada junto con otros escritores por la
Primera Dama Laura Bush para una lectura de sus obras. Hace tres años el
artista Julius Feiffer se negó a asistir al desayuno que se ofrecía en la Casa
Blanca durante el festival, como protesta contra la Guerra de Irak (véase
"Mr. Feiffer Regrets", del 11 de noviembre de 2002).
Sugerimos a los invitados al Festival de
este año que consideren la posibilidad de seguir su ejemplo.-
Los Editores de THE NATION
A
Laura Bush
Primera
Dama
La
Casa Blanca
Querida señora Bush,
Le escribo para hacerle saber por qué no
puedo aceptar su amable invitación para una lectura el 24 de septiembre en el
Festival Nacional del Libro ni asistir a su cena en la Biblioteca del Congreso
ni tampoco al desayuno en la Casa Blanca.
En cierto modo se trata de una
invitación muy apetecible. ¡La idea de poder hablar en un festival al que
asisten 85.000 personas es tentadora! La posibilidad de encontrar a nuevos
lectores es apasionante para una poetisa desde el punto de vista personal y,
asimismo, por el deseo de que la poesía sirva a sus electores, a todos aquellos
de entre nosotros que necesitamos el placer y la inspiración interior y
exterior que proporciona.
Además, el concepto de una comunidad de
lectores y escritores hace tiempo que me alegra el corazón. Como profesora de
escritura creativa en la facultad de una importante universidad he tenido la
suerte de participar en algunos magníficos talleres de escritura, en los que
nuestros estudiantes se convirtieron en profesores. Durante años, ellos han
dado clases en sitios diversos: una prisión de mujeres, diversos institutos
públicos de la ciudad de Nueva York, una sala de oncología infantil. Hace ya
veinte años que funciona nuestro programa inicial en un hospital estatal de 900
camas para personas gravemente disminuidas, lo cual ha permitido el nacimiento
de amistades duraderas entre jóvenes candidatos al doctorado en Bellas Artes y
sus estudiantes, residentes crónicos hospitalarios que con su humor, su coraje
y su sabiduría se convirtieron en profesores nuestros.
Cuando se ha sido testigo de cómo
alguien que no puede hablar ni casi moverse explica detalladamente su nuevo
poema con un dedo del pie, letra a letra, en un gran tablero alfabético de
plástico, se ha conocido de cerca la pasión y la esencia de la escritura.
Cuando se ha sostenido un pequeño tablero alfabético de cartulina ante una escritora
que no puede hablar y sólo puede mover los ojos, y señala para ella primero la
A, luego la B, después la C, la D, hasta llegar a la primera letra de la
primera palabra de la primera línea del poema que la mujer ha estado
componiendo en su cabeza toda la semana, y ella alza sus ojos para decir que sí
cuando se toca dicha letra, se ha sentido con tibia inmediatez el deseo humano
de la creación, de la expresión personal, de la exactitud, de la honradez y del
ingenio, así como la importancia de la escritura, que celebra el valor de la
historia única y de la música interior de cada persona.
Por eso la perspectiva de un festival de
libros me pareció maravillosa. Pensé en la oportunidad que se me ofrecía para
hablar sobre cómo iniciar un programa más vasto. Pensé en la posibilidad de
vender algunos libros, de firmar algunos libros y conocer a algunos ciudadanos
de Washington, DC. Pensé que podría intentar encontrar la manera, incluso como
su invitada, con respeto, de hablar sobre mi profunda convicción de que no
deberíamos haber invadido Irak, y declarar mi convencimiento de que el deseo de
invadir otra cultura y otro país -con el consiguiente resultado de pérdidas de
vidas y amputaciones entre nuestros valientes soldados y entre los no
combatientes en su propio territorio- no surgió de nuestra democracia, sino que
fue en cambio una decisión tomada «desde lo alto» e impuesta al pueblo con un
lenguaje deformado y con falsedades. Esperaba expresar el miedo de que hayamos
empezado a vivir en las sombras de la tiranía y del chovinismo religioso, la
antítesis de la libertad, la tolerancia y la diversidad a que aspira nuestra
nación.
Traté de ver el camino libre para
asistir al festival y dar testimonio -como estadounidense que ama a su país y
sus principios y su escritura- contra esta guerra no declarada y devastadora.
Pero no podría soportar la idea de
compartir el pan con usted. Sé que si me sentara a comer a su lado sentiría
como si estuviese perdonando lo que considero acciones salvajes y arbitrarias
de la Administración de Bush.
Lo que se me venía a la mente era que yo
estaría tomando los alimentos de la mano de la Primera Dama, que representa a
la Administración que desencadenó esta guerra y que desea su continuación,
incluso hasta el punto de permitir la «rendición extraordinaria»: el transporte
de personas a otros países, donde serán torturadas para nosotros.
Muchos estadounidenses que se sentían
orgullosos en nuestro país ahora sienten angustia y vergüenza por el actual
régimen de sangre, mutilaciones y fuego. Pensé en los limpios manteles de su
mesa, en los cuchillos brillantes y en las llamas de las velas, y no pude
aguantarlo.
Afectuosamente,
Sharon Olds
Ver texto original de la carta en The
Nation
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Enviado a PiensaChile por ALTERCOM
http://www.altercom.org
increible saber como el manejo de la escritura da tan fuertes golpes a una sociedad devastadora,sociedad decaida en la que pocas personas pelean contra muchas con el simple proposito de educar de dar un punto de vista en el cual muy pocos entiendan el verdadero significado que contrae una bomba de texto como esta,bomba que a diferencia de otras es estimulante para la mente y que abre la mente hasta tal punto en que ya se pierde la persona y se convierte uno con la lectura ...
ResponderBorrarEn los textos se muestra gran variedad de temas y conclusiones sensatas.
ResponderBorrarDe las mejores escritoras, tal vez una de las mejores que he leído alguna vez, sacando fuertemente la cara por el género femenino en la literatura, gran poeta, buena literatura inglesa, pronto empezaré a leer el libro "El padre" que me llama mucho la atención.
ResponderBorrarSharon Olds consigue causar por medio de sus escritos una fuerte impresión, es como si literalmente tomaran vida, es sin duda una gran escritora.
ResponderBorrarUna de las mejores escritoras que allá leído una persona que en realidad te abre los ojos y te hace ver lo que es no lo que tu quieres ver ella es una de las grandes mujeres que ha sacado la cara por el genero femenino que hace ver a este mundo tan machista que una mujer puede escribir puede tomar el mundo en las manos y reducirlo en un gran texto en una gran obra de arte el arte de escribir de pensar y de cambiar este mundo no con guerras si con palabras que marcan y le dan sentido a la vida
ResponderBorrarEs una gran escritora siendo mujer nos ayuda a pensar que no debemos ser un objeto más, sino que nosotras también debemos pensar y no quedarnos solo para que un hombre machista no mantenga. Hace una gran critica al machismo. Y nos ayuda a ver la realidad sin minimizarla. En pocas palabras una muy buena escritora.
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