Por Mónica Natalia vega Peñalosa
El
parque de Los Libertadores es un sitio muy visitado por los habitantes de Duitama y en el centro
del parque hay una historia sin contar.
En
la página de la alcaldía se dice que la cedrela es un árbol del cual solo
existen dos especies alrededor del mundo, que su copa es globosa y florece de
enero a agosto, que sus flores son pequeñas y blancas y que crece hasta 25 a 30m de altura, según los
expertos; se dice que la cedrela en Duitama tiene aproximadamente 200 años; y está rodeado de una extensa reja para
protegerlo.[1]
La
cedrela es un sitio muy agradable para conversar; allí encontramos gente del
común, vendedores de helados, de minutos, de globos, ejecutivos y pensionados que
se reúnen frecuentemente para charlar sobre temas culturales y políticos. Si
vemos un poco más allá, al noroccidente,
está la catedral de la ciudad; al norte la Alcaldía y a su alrededor,
bancos, almacenes y cafeterías; las casas antiguas fueron demolidas y las
remplazaron almacenes, vitrinas y edificios.
Algunos
profesores, padres de familia, ejecutivos, estudiantes etc., piensan que la
cedrela es el lugar perfecto en Duitama para discutir temas de interés. Los
pensionados lo ven como uno de los refugios de su soledad; los vendedores de
helado, chicle, maní y minutos lo ven como su lugar de trabajo; allí consiguen
el dinero para el mercado, los servicios, en sí, la manutención de sus casas. Algunos jóvenes lo entretienen en
las tardes dándole una muestra de deporte como montar patineta, otros practicando
bicicrós. Algunos adultos endeudados le muestran su preocupación al salir de
los bancos. Quizás este sabio quisiera charlar y discutir con los pensionados,
consolar a los endeudados, dar más trabajo a los vendedores que sobreviven al
estar a su alrededor, felicitar a los jóvenes y darles ánimo cuando caen. Pero
él da consejos silenciosos y refugio sin pedir explicaciones, por estas razones
digo que en el parque central de la ciudad de Duitama hay un sabio que no puede
hablar. Sin
embargo aunque estas cosas enriquezcan la cotidianidad mi interés se dirige a
relatar un suceso ocurrido el 10 de noviembre de 1994 que tiene como personajes
a la cedrela, Ana Isabel Jaime y la intolerancia de la ciudad.
Doña
Ana Isabel Jaime fue gerente de Granahorrar en la ciudad de Duitama. Profesional en ingeniería ambiental, estudios que realizó en la Universidad Nacional
de Colombia. Hizo investigaciones continuas con profesores de su Universidad y
expertos en tratamiento de árboles en la
ciudad de Bogotá y de esta forma se propuso revitalizar la cedrela.
Ella
quiso salvar la cedrela y propuso un proyecto el cual tenía que ser aprobado
por Constantino Agudelo Corredor el Alcalde en ese momento. Luego de
comunicarle a todos y cada uno de los miembros del gobierno municipal, por fin
su proyecto fue aprobado. La noche anterior al hecho, el día 9 noviembre
1994 la señora Ana Isabel le pidió ayuda
a su familia; ellos la apoyaron incondicionalmente para comunicar a la ciudadanía
por medio de volantes, comunicados y en radio que iban a podar la cedrela al
día siguiente.
El
10 de noviembre de 1994 a las seis de la mañana la señora Ana Isabel sale de su
casa a realizar su proyecto, había durado mucho tiempo planeándolo. Eran
las diez de la mañana y la acción comenzó con ayuda de la policía, los
bomberos, la electrificadora y una volqueta de la ciudad. En medio de insultos
y escasas voces de aliento, una motosierra cortaba gajos secos, mientras
encontraban al sabio invadido de piojos, hongos, moho y una plaga muy común en la
ciudad de Duitama, madrigueras de roedores.
Los
ilustres duitamenses invitados a presenciar la tala no llegaron al sitio de los
acontecimientos. Algunos observaban a distancia lo que pasaba. Graco Zambrano y
Félix Segura, líderes cívicos, fueron los únicos que aceptaron la invitación.
Entre tanto, muchos curiosos elevaban su voz rechazando la poda.
Ana
Isabel Jaime les dijo “no tengan miedo a una decisión como ésta, tengan verraquera.
Si es lo más hermoso que tiene la ciudad entonces ¿Por qué todos lo han
descuidado? Y si con lo que yo estoy haciendo el árbol muere que me lleven a
prisión”. A medida que iban podando,
ella iba aplicando un ungüento preparado en la Universidad Nacional
exclusivamente para la cedrela. Pero los agradecimientos por esta labor fueron
insultos y amenazas; aun así esta mujer
no se rendía. A las siete de la noche su labor no estaba culminada, pero por
miedo a perder su vida en medio de las discordias de algunos habitantes,
decidió retirarse.
Su
vida a partir de este día cambió; los vidrios de su casa y del almacén Fénix
propiedad de sus padres fueron destruidos; ella estuvo encerrada en su
casa durante dos meses por miedo a
recibir insultos y miradas que la juzgaban sin razón, aunque la poda y cuidado habían
sido aprobados por el alcalde, esto no le sirvió de nada; amenazas e insultos
iban y venían para una mujer que con orgullo dice “yo amo a Duitama”.
Si
lo sucedido este 10 noviembre de 1994, ocurriera de nuevo, yo creo que esta vez
sí se debería poner en duda el lema “Duitama ciudad cívica de Boyacá”, ya que
los habitantes en ese entonces, no le hicieron honor.
Lo
cierto es que lo que hizo Ana Isabel salvó al árbol. Yo creo que cada vez que
ella pasa por su lado o se sienta a su sombra, de una manera silenciosa susurra
en sus oídos, agradecimientos, y la mejor manera de demostrárselo, fue ponerse
cada día más bello.
Sus
oídos estaban despejados de roedores y piojos; sus ojos ya no tenían algas y
moho; estaba como nuevo. Aunque la falta de cultura de esta ciudad opaque sus
sentidos, él cuenta una historia nueva para aquellos pensionados, vendedores
ambulantes, ancianos y hasta vagabundos
que duermen bajo su sombra cada día.
Sus
palabras no se oyen, sus ojos no se ven, su vitalidad permanece para aquel que
quiere ver; sus consejos son mejores y sus pensamientos también; cada historia
que él conoce su memoria la recuerda, él se la comenta al aire, a sus flores y
a aquel que pueda escuchar su sabia voz… sin embargo no juzga a aquel que no
quiere entender. Está
bien, sí, es un árbol y quizás ha sido reconocido y homenajeado en varias
ocasiones, pero siendo así la sociedad no tiene o no quiere tener la capacidad
de valorar su importancia y entender su significado. Para otros es un simple
árbol plantado en el parque de la ciudad, es un pretexto más para la comodidad
ya que su sombra cobija a muchos.
El
árbol es el único que no puede negar el tiempo, su edad se convierte en
cicatrices. Es aquel que esconde mitos, ya que sus raíces se sumergen en una
laguna de ideas, tiene pensamientos de sabio y aspecto de anciano, a diario
apreciamos su silencio y aunque no observamos su sagacidad, él la vive en cada
historia de calle, de barrio o de oficina a través de sus brazos bajo tierra
que recorren y sostienen la ciudad. Su sabiduría lo hace ser el mejor
confidente duitamense.
Este
árbol tiene la capacidad de ver las cicatrices en la historia; la señora María
Estrella Correa tiene 67 años y vive en el barrio Camilo Torres; ella me contó que
cuando llegó el pergamino del niño Dios de España a Duitama, se realizó la
primera corrida de toros alrededor de la cedrela. Aunque los españoles fueron
opresores, este hecho es un acontecimiento histórico importante. El árbol presenció
la opresión española, y el crecimiento de una ciudad que aunque hermosa poco a poco ha ido dejando
atrás lo que los antepasados llamaban historia.
Esta
carta llegó un seis de enero, este día
se vio cómo la cultura española traería problemas a Duitama mostrando a
niños y adultos como la masacre de un animal, les daba alegría. A este árbol su
experiencia lo convierte en un sabio; en el ancestro más viejo de esta ciudad,
el más conocedor, el que lo ha visto todo, pero siendo así ese diez de
noviembre de 1994 cuando la señora Ana Isabel Jaime lo estaba revitalizando
mucha gente se opuso quizás por ignorancia o falta de amor hacia su ciudad.
Este
sabio, aunque viejo, es más culto que muchos y más recto que el gobierno. Tiene
más razón y conciencia que algunos políticos pero su significado ha tenido que
adaptarse al mundo de hoy. El tiempo simplemente se adapta a él, dejando lo que verdaderamente importa en el pasado.
Don
Martín Zambrano Ortega tiene ochenta años, y vive en la vereda La Laguna que se
encuentra ubicada en la vía Duitama-Santa Rosa. Él me cuenta que se siente reflejado
en la cedrela, porque es como un anciano agobiado por esta nueva época; me
comenta que sus padres siempre vivieron en la ciudad de Duitama; según el padre
de don Martín, Duitama era una laguna, en épocas en las que no habían
edificios, casas, iglesias, etc., sólo había comunidades indígenas en las cimas
de las montañas y el sitio donde se encontraba la ciudad era una laguna.
Pero
un día llegó la época de sequía y la laguna se secó por partes; las comunidades
indígenas se expandieron y comenzaron construyendo chozas y así sucesivamente
hasta que un día sembraron un árbol muy hermoso en la parte más plana de la
ciudad de Duitama, y este hizo que la laguna que era Duitama formara una capa
sólida y muy firme sobre ella, y así lograra formar una comunidad y este se
convirtió en su árbol protector y entonces se dice que la cedrela es el tapón
que protege a Duitama de la destrucción de miles de millones de partículas de
agua.
Aunque
muchos le llamen mito, es un secreto de nuestros antepasados; sonará misterioso
pero la laguna subterránea que se encuentra en Duitama es la fuente de vida de
este sabio y una realidad ecológica que nace en el páramo de Los Frailejones.
Don Martín me cuenta que varias veces se sentó alrededor del árbol a las cuatro
o cinco de la mañana para escuchar como las corrientes de agua pasaban bajo la
Cedrela y esto también me lo confirmó la señora Ana Isabel Jaime; ella también
realizó este acto de levantarse muy temprano a escuchar esta melodiosa canción
que emite el agua.