POR MIYER PINEDA
La palabra
cenzontle viene del náhuatl, y quiere decir 400 voces. Esta palabra es profunda
y cargada de significación, y es una de esas palabras que provocan
extrañamiento por su cercanía a la belleza. Son cuatrocientos abismos dentro
del ave. Cuatrocientas formas de decir, de señalar la masa a la que se refieren
por igual Silvio Rodríguez y don César Vallejo, el del Perú. El poema de
Vallejo se puede asociar a lo que pasa en este país, o por lo menos a lo que
podría pasar, y dice así:
MASA
Al
fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar.
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar.
Ese “ay” del
poema, o esa tristeza del cadáver que se emociona, se levanta y se echa andar, por
eso que en la modernidad se llama fraternidad, el poder del amor, la capacidad
de sentir el dolor del otro, podría proponerse para señalar por ejemplo, a los
campesinos de Las Pavas, quienes han sido desalojados de sus tierras,
desplazados, asesinados, silenciados. Hoy en día se dedican a cantar como el
sinsonte, y a través de sus cantos hacen resistencia a las multinacionales de
la palma y a los paramilitares.
Es curioso,
ahora recuerdo la otra cara de la moneda, muchos paramilitares en algunas de las
masacres cometidas tocaban instrumentos musicales mientras asesinaban
campesinos, y en los campos de concentración nazis, se ponía música de fondo a
la barbarie, así como sucede hoy en día en los centros comerciales. La masacre
de El Salado es el ejemplo más terrible de esa atmósfera de la bestialidad del
asesino en este país. Una masacre que se dio a finales de febrero del año 2000.
Llegaron 450 asesinos y pusieron a andar el infierno en ese pueblo. Fueron
asesinadas más de 60 personas de las maneras más atroces. Los asesinos sacaron
los instrumentos musicales de la Casa de la cultura y tocaban porros mientras
la gente era torturada, mientras algunas niñas y mujeres eran violadas; luego
celebraban cuando algunas de esas personas fallecían.
Sin embargo esos
artistas de la muerte son producto de un sistema que busca que los seres
humanos sean banales, así es más fácil banalizar la existencia. Por eso el
artista de hoy en día debe esforzarse por el rigor en su producto cultural. El
sinsonte cuando señala la injusticia se vuelve peligroso, se vuelve incómodo.
Uno de los ejemplos más notables en el campo de la literatura a éste lado del
Atlántico, es el asesinato de Roque Dalton; lo asesinaron sus propios
camaradas; lo acusaron de ser informante de la CIA. La extrema izquierda que él
representaba no soporta lo que representa el Sinsonte, ese moscardón de la
resonancia estética. Otro ejemplo de esta barbarie, el trágico destino de don Víctor
Jara. Asesinado por los militares durante la dictadura de Augusto Pinochet. A
un guitarrista le cercenan los dedos de la mano con la que toca la guitarra y
le dicen: - “Ahora si cante hp” mientras lo rellenan de metralla. Años después
un grupo ya casi imbuido en el mercado le hace un homenaje, la canción Matador de
Los Fabulosos Cadillacs, en una de sus líneas dice: “No tengo por qué tener
miedo. Mis palabras son balas, balas de paz, balas de justicia, soy la voz de
los que hicieron callar sin razón, por el solo hecho de pensar distinto”
Quizás eso es lo
que diferencia la música social del sinsonte de otros géneros y estilos
musicales; tiene la obligación de no callar ante la muerte, tiene la obligación
de resistir, de sobrevivir y cantar la dignidad. Esa es una de las lecciones de
la película de El Pianista de Roman Polanski, en esa Varsovia arrasada y
destruida sobrevive el músico, el poeta, el sinsonte, porque alguien tiene que
cantar lo humano y la justicia en contra de los bárbaros. El pianista que
tocaba Chopin y que sobrevive el ataque de los nazis, Vladislav Szpilman,
soporta la muerte, o lo salvan sus contemporáneos porque alguien tiene que
cantar-contar la tragedia.
El Sinsonte nos
enseña a desalambrar, eso lo cantó Víctor Jara. Desalambrar todas las formas de
alienación de lo humano. La canción social del sinsonte es lo fraterno, ese
amor por lo humano que se opone a lo inhumano. Por eso no es gratuito que al
igual que Vallejo, Roque Dalton proponga el amor como una forma de resistencia.
Este es su poema Alta hora de la noche:
ALTA HORA DE LA NOCHE
Cuando
sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
He aquí una vez
más el sinsonte, esa voz, la campana de los cinco sentidos, que haría que
volviéramos desde la oscura tierra. Así que “compañeros de música, tomando
en cuenta esas politonales y audaces canciones, quisiera preguntar, me urge, ¿qué
tipo de armonía se debe usar para hacer la canción” del sinsonte? Por
ahora un poeta colombiano responde
CENZONTLE
Pájaro
numeroso el Cenzontle
Ahora
es una violina
después
un azulejo, un muchacho que silba
un
sangretoro, un turpial
De
cuatrocientos cantos habla la etimología náhuatl
Pero,
a veces, pareciera cansarse
de
ser tantos pájaros
y
ensaya un misterioso silencio
Todo
su adentro calla
Como
si se escuchara a sí mismo callando
Como
si descubriera que en su silencio habita otro pájaro que canta
suspendido
en su ramaje interior
Es,
quizás, entonces, más cenzontle el cenzontle
Ya para
terminar, un ejemplo de como el poema es una radiografía de un país que se
volvió carroñero y que pregona la necesidad de la muerte. El retrato de un país
en el que si nos atenemos a cifras oficiales, matan en promedio a 43 seres
humanos al día. El texto es de uno de los grandes poetas de este país, e
incluso de la lengua castellana; el poeta Juan Manuel Roca, a quien la
Universidad Nacional le otorgó un Doctorado Honoris Causa, y quien dedicó sus
palabras ese día nada más y nada menos que a don Alfredo Molano, como
recalcando una vez más que la poesía es el ungüento de la historia.
ESTATUA DE BRONCE
Primero
haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo.
Un
alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas
Como
ejemplo para cruzar obstáculos y abismos.
Luego
fundiremos el hombre,
Pues
un caballo sin jinete no es digno de una plaza
Y
ni siquiera puede llamarse monumento.
Que
todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros,
Monedas,
candados, espuelas, medallas y cubiertos
Para
fundir el hombre a su caballo.
Después
discutiremos el lugar para la estatua y la forma de su pedestal.
¿Un
recodo cercano a las montañas
Entre
bosques de sauces y eucaliptos?
No
estaría mal construir en el sitio elegido
Un
pequeño parque que permita a las mucamas
Citarse
con sus novios al pie de la escultura.
Debe
amoblarse el espacio con bancas de madera:
Los
oficinistas comerían emparedados a la hora del receso.
Bella
será la sombra al mediodía
De
caballo y jinete sobre la grava y el asfalto.
Las
hojas caídas de los árboles
Tejerán
un tapiz crujiente al paso de los estudiantes.
Los
viejos fotógrafos
Sacarán
los domingos sus cámaras de cajón
Y
harán que los enamorados prolonguen el tiempo de los besos.
Todo
concertado con autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
Luego
vendrá la discusión.
¿Quién
debe ser el hombre encima del corcel?
Sabios
hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos.
Un
filósofo a caballo
No
puede replegar su pensamiento.
Los
poetas viven recostados en la hierba.
Los
campesinos no montan caballos de viento.
Los
directores de orquesta no pueden dirigir
Desde
una montura de bronce y el lomo inclinado de un caballo.
Los
jubilados prefieren cabalgar nubes
Y
permanecer sentados en los bancos.
Los
pintores trazan caballos pero no se atreven a montarlos.
Los
arquitectos pierden la perspectiva.
Los
almirantes prefieren las crines de las olas.
Las
bailarinas no necesitan pedestal para su vocación de aire.
Los
astrólogos son una franca minoría.
¿Quién
podría ser el jinete de bronce
Sobre
el imponente y brioso caballo de bronce?
Deberá
ser alguien que muchos ciudadanos admiren,
Un
hombre que sea su propio mentor,
Que
haya luchado a brazo partido por su gloria y su fortuna.
Ya
está. Erijamos una estatua al asesino.