sábado, 7 de noviembre de 2015

ANTES DE ARRANCARLO, LÉALO

Ponencia presentada en el foro de filosofía organizado por el profesor del Colegio Nacionalizado la Presentación, Félix Pérez, el 25 de septiembre del 2015. Las fotografías son de Jessika Pineda, estudiante del ITSTA de Duitama.


ANTES DE ARRANCARLO, LÉALO


Por Miyer Pineda


“La bala es la polilla de la humanidad; como microbio tenaz roe y pudre las entrañas de los hombres y convierte en polvo la carne”

Luis Tejada

De la canción de la bala.



Para dar cuenta del tema del coloquio, quisiera contar tres experiencias didácticas, mientras planteo algunas conclusiones que arrojaron las mismas, y que propongo como ejes de una posible discusión.




La primera consiste en contar cómo ha sido la experiencia del proyecto Lugares de memoria: los hombres sin historia son la historia que vengo desarrollando desde hace aproximadamente unos 8 años en el colegio Santo Tomás de Aquino, entre cuyos objetivos estaba la posibilidad de analizar el problema de lo que he llamado: los espejismos discursivos en la Escuela, y que por supuesto, también son síntomas de lo que pasa en nuestro país.

Si hay algo que hoy en día debe ser analizado con mucho cuidado, es el problema de los simulacros discursivos que amparan o encubren procesos fraudulentos en la sociedad. Uno de ellos es precisamente el espejismo que se impone desde las cumbres del poder sobre el problema de la ciudadanía, y que encaja en el esfuerzo por poner de moda ciertos tópicos; algunos de estos son la educación, el matoneo, el posconflicto, la seguridad, el emprenderismo, la paz, las competencias ciudadanas, laborales, etc. 




Yo creo que esto evidencia serios problemas de comunicación que comprueban a su vez el precario nivel de análisis simbólico de las personas, quienes terminan haciendo parte del circo de la simulación. Ejemplo: es un hecho que el problema de la corrupción y del clientelismo son elementos que han desprestigiado a los practicantes de la política en Colombia. Y esto se puede entender de dos formas posibles, -por ahora-. La primera: casi todos nosotros hemos escuchado que nuestros familiares se quejan de los políticos. Que son unas “alimañas”, unos “parásitos”, unas “ratas”, una “porquería”, unos “ladrones”, etc. Pero casi todas estas personas que se quejan, cada cuatro años asisten a reuniones de políticos en campaña, pegan en los ventanales de sus casas afiches y publicidad de estos políticos, y es evidente que lo hacen como posibilidad de sumarse a una clientela que como una gavilla parasitaria solo quiere llevar a un politiquero a un cargo porque es una posibilidad de “vivir de la teta del Estado”, al menos durante 4 años. Sé que esto suena un poco duro pero es la realidad, y quiero que mi discurso no haga parte de ese fraude. También sé que con la ausencia de fuentes de empleo, lamentablemente el clientelismo es una opción; pero esta opción también debe tolerar mi crítica, y tendrá que reconocer que si estas clientelas manejarán los recursos públicos, quizás deberían hacerlo de manera transparente y pública. 


  
Pero vean el simulacro discursivo: por un lado, el politiquero miente descaradamente; posa como adalid de la ética y de la transparencia ciudadana, y por el otro, el habitante de la ciudad sabe que el politiquero miente pero aun así lo apoya y lo sigue. El politiquero sabe que el habitante sabe que le miente. Los dos son un fraude que se necesita. Por eso la conclusión es atroz: cada sociedad tiene los políticos que se merece.




Ahora vamos a la Escuela. El docente pone a leer al estudiante pero el docente no lee. El docente pone a escribir al estudiante pero el docente no escribe. El docente pone a pensar al estudiante pero el docente no piensa. El docente solo quiere cobrar su salario a fin de mes y esforzarse poco. Por supuesto esto se escribe sin el ánimo de generalizar, pero todos sabemos que son pocos los “docentes” que merecen ser llamados Maestros, así como son pocos los habitantes de nuestra polis, que merecen ser llamados Ciudadanos, y que pocos son los políticos que merecen ser llamados así; tampoco es un secreto que son pocos los colombianos que votan éticamente.



Pero ahora vayamos de lado del estudiante: El estudiante no lee, no escribe, no piensa. Todos sabemos que son pocos los niños con uniforme que merecen ser llamados Estudiantes. En el Santoto de Duitama hicieron un mural del Ché Guevara y al lado escribieron una de esas máximas adjudicadas a Paulo Freire, pero que igual sirven como síntesis de lo que debiera ser la educación: “Lucho por una educación que nos enseñe a pensar no a obedecer”, y esto es genial.

Sin embargo cuando a los estudiantes se les pone a pensar, son muy pocos los que lo hacen. Lo demás es un culto a la estupidez (y recuerden por favor la etimología de esa palabra: patear los libros, es decir, los símbolos, el pensamiento etc.) o a la idiotez; son al decir de Pedro Juan Gutiérrez, “piedras perfectas para la gran pirámide”. Alguna vez leí que estadísticamente en un curso de 35 estudiantes, solo 7 están asumiendo el reto de pensar. Y eso cuando el docente comprende que el problema es ese: poner a pensar a los estudiantes. Porque cuando el docente es regular, pobres estudiantes. Sin embargo aquí también se puede sacar una conclusión: cada estudiante tiene el docente que se merece, porque señoras y señores, uno de los elementos más hermosos de la Escuela (entiéndase colegio y universidad), es la autoformación, un concepto que se opone a esa complicidad entre el docente mediocre y el estudiante mediocre.



Pero, ¿se detecta el espejismo? Analizando la experiencia de varios colegas y la mía, es que en un colegio el Maestro es el que toma su profesión en serio aunque tarde o temprano sea señalado por quienes no lo hacen. El Maestro es el que sabe que su oficio es político y que lo que haga debiera tener una incidencia política en su espacio vital. El Maestro tiene, por lo general, una concepción distinta de los malestares de la educación tradicional, y concibe el aula como un espacio dialógico en el que el lenguaje, el asombro y la indignación van de la mano, de manera que quizás se pueda motivar, a uno que otro estudiante, a elucubrar el sentido de su función social. El Maestro sabe que esta concepción de la educación pondrá en evidencia a los colegas y directivos que no asumen de esta manera la Escuela, así que por consiguiente será aplastado.

Ya sabemos que nuestra tradición viene del señalamiento a los maestros: A Sócrates se lo obliga a elegir entre la muerte o el exilio de su polis, mientras que a Jesús, se lo crucifica.




En el colegio el problema de la educación integral es un discurso que se enuncia hasta la saciedad pero que no se concreta. Es un discurso que no es posible en la educación tradicional. Ese ideal es utópico. Incluso me atrevería a decir que la educación integral se combate. Por ejemplo: la estética y las ciencias sociales son ninguneadas. Las ciencias sociales refieren el problema de la objeción de conciencia o el del libre desarrollo de la personalidad, y la estética te enseña que quizás se trata de combatir la vocación de servidumbre. Por tanto serán aplastadas: ellas señalarán que no hay un espacio más represivo que la escuela. La escuela te uniforma y te enseña a obedecer, no a pensar. Bajo el sofisma de distracción de unos puntos mínimos atados al fetiche normativo para que el estudiante se forme, aplastan a las minorías. Y ese discursito de lo que yo llamo, las “frivolidades” (uniforme, aretes, cabello, etc.), se vuelve el caballito de batalla de quienes no están comprometidos con problemas que van más allá del salario o de la estupidez.




Personalmente me niego a discutir con un estudiante si el uniforme, el cabello, los aretes, el género, etc., son importantes en mi clase, pero mis estudiantes podrán dar fe de que me pongo de mal genio si no traen las lecturas para la clase. Yo no soy un juez de la moda, y no me interesa que mi clase sea una pasarela; me interesa la discusión de unos problemas fundamentales que aquejan a nuestro país, por ejemplo –y a propósito de este coloquio-, el problema de la juventud a merced de la banalización. Sé que esto puede resultar incómodo para muchos, pero no olviden que yo podría ser parte de una minoría que existe, y a la que se la tiene que respetar.

Creo que se debe retomar una idea que esbocé anteriormente y que permite la existencia de los discursos espejismo. La educación integral desterró la Estética encarnada: el arte, la música, la danza, la poesía y el teatro fueron expulsados de la Escuela. También se destierra a la filosofía y comienzan a ser estigmatizadas las ciencias sociales. La razón es comprensible: eran esas partes del saber que tenían por función ponernos a pensar. Ahora en la Escuela se debe reprimir no provocar. Nos negamos a comprender que si se enseñara a pensar en lugar de obedecer a ciegas, el estudiante reflexionaría sobre el sentido de las cosas sencillas que se le exigen.




Pero vuelvo al proyecto: Lugares de memoria: los hombres sin historia son la historia, nace cuando vislumbro esos problemas. ¿Cómo hacer para que algunos de mis estudiantes se salgan de ese círculo de la simulación y asuman, encarnen, se apropien del problema de la ciudadanía, que es imposible de construir sin el esfuerzo de pensamiento que les permita entender la importancia y el sentido de ese concepto? ¿Ven lo que pasa? De manera intuitiva, y como precomprensión, sabía que se trata de un problema de ciudadanía el asunto este de los simulacros discursivos. Si soy un verdadero ciudadano desarmo el discurso del político y voto por otro, o voto en blanco (se hace necesario todo un movimiento ciudadano que reivindique el poder del voto en blanco: En Duitama hasta el arte y la filosofía sucumbieron a la tesis del menos peor de los males); si soy un verdadero ciudadano, como político ejerzo la ética como estandarte de mi quehacer político. Como docente me esforzaría por hacer que mi estudiantes, al menos esos 7 de 35, llegasen a comprender la importancia del sentido de discutir estos problemas, y a lo mejor con el tiempo lograría subir el porcentaje a 8 o a 9. Así es como el proyecto evoluciona. En un comienzo se llamó Descanse en paz la guerra, y nos enfocamos a analizar el problema del conflicto en plena época uribista; luego se llamó, Lugares de memoria, cuando advertimos que en la ciudad existía un vacío entre las concepciones de ciudadanía y de memoria: Duitama es llamada “la ciudad cívica del departamento” pero carece de un centro histórico, lo desmanteló y lo creó artificialmente en lo que se conoce como Pueblito boyacense; el centro histórico se acerca al modelo de la ciudad vitrina; luego el proyecto pasó a llamarse Lugares de memoria: los hombres sin historia son la historia, cuando logramos comprobar que la memoria va de la mano de los sujetos y no de la historia oficial tan cercana a la simulación. Finalmente consolidamos un semillero denominado Mnemosine, desde donde intentamos quebrar esos espejismos. Con el tiempo concluí que todo esto se enmarca en lo que los especialistas en pedagogía llaman Didáctica que no es más que el intento de un profesor por intentar ser Maestro, es decir, el intento de un Maestro de provocar asombro e indignación en sus estudiantes.  




Algunas de las conclusiones sobre esta experiencia, son, primera: Se hace urgente la necesidad de establecer una relación entre los conceptos de ciudadanía, dignidad, indignación y memoria. Segunda: Es preciso que se intente a través de ciertas experiencias estéticas (otros las denominarán didácticas), llevar el colegio a la calle, o mejor, llevar el sentido del saber a la calle. Y esto lo explico contando la segunda experiencia:   

El sábado 29 de agosto de este año, un grupo de estudiantes de grado 11 del santoto, madrugaron para pegar en los postes de la ciudad, aproximadamente unos 460 volantes en los que se podían leer desde estadísticas sobre el conflicto armado interno en Colombia, hasta poemas o citas tomadas de crónicas de Luis Tejada. Según mis cálculos, se debieron empapelar aproximadamente unos 230 postes en la ciudad. ¿La idea cuál era? Sensibilizar al peatón. Pensábamos lo siguiente: así como el transeúnte es agredido por una desmedida publicidad, ¿Por qué no cuestionarlo con ciertos datos o ciertos aforismos? ¿Por qué no darle ciertas píldoras sobre la infamia que aqueja a buena cantidad de la población colombiana? Si en los postes se orinan los perros y los borrachos; si en ellos se pegan toda clase de anuncios, ¿Por qué no informar sobre ciertas realidades miserables? Les debo contar que han sido arrancados un buen número de estos avisos, y eso nos motivó a concluir lo siguiente:

Ajados, destruidos, maltrechos, grumosos y esperando por la lluvia, por los ojos del lector adecuado, por las manos que desgarran porque sus dueños no soportaron el espejo. Algunos pilos estudiantes del santoto, madrugaron el sábado 29 de agosto del 2015 (la fecha se extraviará en el tiempo) y pegaron más de 450 hojitas en los postes de la zona centro de la ciudad, en las calles que rodean los espacios cotidianos, y cerca del colegio.



Allí habían estadísticas, fragmentos de los libros publicados por el CNMH, poemas, citas de lecturas y otras tantas provocaciones para el peatón desprevenido, para el transeúnte lector y para el intolerante que ya no soporta el país real que se opone al país oficial, de chisme y zancadilla al que trabaja, ese país mentiroso que no se da cuenta de sus muertos ni de su capacidad para dañar al prójimo. Si el colegio sirve para algo que sirva para mostrar ese país real, el de las víctimas, el de los desplazados, el de la filosofía del rebusque, el de la necesidad de la esperanza inteligente. El de la necesidad de construir país esquivando la idea de que se trata de enriquecerse sin trabajar, o lesionando la dignidad del prójimo.

Hacía frío ese sábado. El engrudo lo prepararon en un lote. Las brochas las prestó otro compañero. Los baldes estaban por ahí tirados. La olla fue prestada. La cita fue en el terminal de la ciudad. Se dividieron los muchachos y a pegar. Curioso: muchos peatones soportan los avisos de conciertos de esas músicas patéticas que creemos que nos gustan; muchos peatones soportan los avisos de los politiqueros de ocasión que son más parásitos que políticos; muchos peatones soportan avisos de otras cosas, pero estas hojitas con el símbolo de la diosa Memoria, se tornaron insoportables para algunos, así que no esperaron a que las inclemencias del tiempo los arrancaran… fueron las inclemencias de la intolerancia. Por eso ahora el lema será: ANTES DE ARRANCARLO, LÉALO.



Ojala las hojitas que sobreviven por ahí en algún poste, sirvan para que algunos buenos ciudadanos comprendan que este país se construye cuando cada uno de nosotros comprenda que pensar es irse en contra de ciertas expresiones de nuestra idiosincrasia, como esa de negarse a leer o de negarse a respetar el pensamiento del otro.


La última experiencia: el jueves 10 de septiembre de este año, hace 15 días. Los estudiantes de grado 11 del santoto, uno de grado décimo, y uno de grado noveno, nos tomamos la plaza de Los Libertadores y la volvimos un museo de la memoria (La idea nació luego de que volvimos el colegio un museo en el año 2014: la idea era hacerle un homenaje a las víctimas del conflicto armado interno en Colombia). Allí mis estudiantes expusieron libros del CNMH entre los que estaban los informes sobre las masacres de El Salado, Bojayá, Trujillo, El Tigre, La comuna 13, El Placer, etc. Además se sumó la Fundación Pedagógica Rayuela. Mis estudiantes llegaron desde las 6:30 de la mañana y comenzaron a disponer el lugar, a asearlo, a armar sus stands  y demás dispositivos que buscaban exponerle a la comunidad duitamense esta realidad que no le interesa.

Pero pasó algo interesante ese día. Ese 10 de septiembre del año 2015 también llegaba a la ciudad el ilustre senador Álvaro Uribe. Les cuento que desde las 7:00 am ya había gente atacando a mis estudiantes. En el transcurso de la mañana muchos de ellos fueron llamados guerrilleros, ineptos, mediocres, etc. Sí señores, en la ciudad cívica de Boyacá. Una mujer descendió de una camioneta acompañada por un militar y les dijo a algunas de mis estudiantes encargadas de exponer las problemáticas que rodeaban a las poblaciones del río Atrato, que resultaba el colmo que sabotearan al Presidente Uribe de esa manera. No entendimos y quedamos asombrados; hasta ese momento no teníamos ni idea que el honorable senador visitaría la ciudad y que pensaba dirigirse a sus lucidos seguidores en la Plaza en la que estábamos. Con el transcurso de las horas llegaron soldados, policías, perros que buscaban bombas. Hombres de civil que nos miraban extraño. Algunos soldados en una esquina de la plaza les dijeron a un par de estudiantes que tendrían que portarse bien porque de lo contrario tendrían que utilizar “estos”, mientras señalaban sus fusiles. ¿Ven el choque? Ese país maravilloso y patriótico del discurso uribista, fue rodeado por el halo de violencia e intolerancia que proyecta el discurso uribista, y que nos rozó ese día provocándonos miedo. Así como en 1984 o en tantas regiones de ese país real que no se parece al país oficial de la simulación.

Luego llegó uno de los encargados de la seguridad del honorable senador Álvaro Uribe. Conversamos. Le hice ver que se trataba de una actividad exclusivamente académica. Convenimos en que le dejaríamos libre un sector de la Plaza de Los Libertadores, y que sería interesante que el Doctor Uribe conversara con mis estudiantes. Pero que si la cuestión se tornaba incómoda, abandonaríamos la Plaza hasta que el ilustre Senador se fuera del lugar. Al final la comitiva del Senador que hacía campaña en esta ciudad, decidió que se dirigirían al parque Solano, a unas cuantas cuadras de allí, y nosotros pudimos seguir tranquilos hasta el mediodía, cuando Inspector de policía, Secretaria de Gobierno y esos abogaditos que son sus asesores, nos cancelaron el sonido. Curioso, la ley 1448 del 2011 protege las incitativas de memoria: pero la ley sirve para aplastar estas iniciativas.

¿Ven el problema? En el aula o en el colegio ese discurso de la dignidad de las víctimas queda bien y es “aparentemente” necesario. En comerciales de televisión es un discurso que funciona, y a veces en algunos noticieros como notas que alivian la conciencia. Pero cuando intentamos sacar ese saber a la calle, es silenciado y se utiliza el fetiche de la norma para aplastarlo. La pregunta entonces sería ¿Cómo encaja aquí el concepto de ciudadanía? Pero si quedaban dudas sobre el sabotaje, hacia las 4:00 pm la policía cuestionó nuestra labor, advirtiéndonos que ellos tan sólo seguían las directrices de la secretaria de gobierno de la ciudad.  

Entonces, ¿Ven la importancia de la resignificación del concepto de ciudadanía? Una cosa es el peatón del común que solo es capaz de repetir el discurso de la simulación que rechaza la memoria y que pregona la muerte. Y otra muy distinta, ver cómo esos funcionarios públicos se prestan para desconocer la realidad del país, y frustran expresiones que exigen el reconocimiento de la existencia de ese país real, el de la pobreza, el de los muertos, y el de las víctimas de una guerra infame que se quiere mantener a toda costa porque da mucho dinero, da votos y sirve de desahogo para los habitantes de este país adicto a la sangre y al sufrimiento del otro.





Fue histórica la jornada del 10 de septiembre. Sin un tomate, sin un grito, sin una grosería… el discurso neopopulista de la guerra se alejó de unos argumentos y de unas imágenes que lo pondrían en evidencia, mínimo frente a los expositores. Por cuestiones del azar o de la divinidad, al frente de la Alcaldía, a la izquierda de la estatua de Bolívar, un grupo de estudiantes diseñó la Comuna 13, y en seguida La Escombrera. Uribe habría tenido que hablar a la comunidad, y a mis estudiantes, al lado de La Escombrera. Uribe habría tenido que entrar a nuestra aula-museo y nos hubiera dado una clase espectacular sobre por qué él ha sido lo mejor que le ha podido suceder a nuestro país, como sostienen muchos colombianos. Lo curioso es que nosotros lo hubiéramos escuchado en silencio y con respeto. Y en verdad esperábamos que nos hubiera escuchado (las imágenes de la jornada se encuentran en http://mnemosinesantoto.blogspot.com.co/p/videos.html)

Creo que un buen porcentaje de mis estudiantes se van del colegio con una visión del concepto de ciudadanía muy distinto al del simulacro discursivo, que asume al ciudadano como un sujeto obediente y que niega el pensamiento. Y estoy seguro que más de un habitante de la ciudad de Duitama reconoce ese esfuerzo. Y esto es algo que debe resaltarse: En los buzones que pusimos para que los visitantes a nuestro museo sobre el conflicto dejaran sus observaciones, encontramos cientos de mensajes de felicitación, de tristeza, de solidaridad y de apoyo a nuestro proyecto. Incluso muchas personas que han vivido la violencia se acercaron a contarnos sus historias. Se sumaron a nuestra iniciativa varios estudiantes de la UPTC, y estudiantes de algunos colegios de la ciudad. También se vinculó el trovador Jazz Arenas, ya amigo de la casa, quien le puso banda sonora a la jornada mientras nos quitaban el sonido.

En las emisoras hubo notas de protesta y de apoyo. Hubo peatones conscientes de la necesidad de la comprensión de nuestra historia, de la necesidad de resignificar el concepto de ciudadanía desde el arte, desde la palabra e incluso desde la memoria. La conclusión es que en Colombia el concepto de ciudadanía no puede escindirse de la memoria, ni de la responsabilidad con las víctimas de nuestras guerras. La conclusión es que la indignación es una herramienta para que el país real cuestione al país oficial, y una de las formas más efectivas para combatir la simulación en la Escuela. Para terminar, déjenme recordarles dos de las frases que mis estudiantes seleccionaron para poner en los postes de la Memoria. Elemento simbólico porque el poste permite la luz en la oscuridad, entonces ¿por qué no iluminar esta sombría realidad que nos tocó vivir? La primera es tomada de “La canción de la bala” de Luis Tejada y dice: “La bala es la polilla de la humanidad; como microbio tenaz roe y pudre las entrañas de los hombres y convierte en polvo la carne”, y la segunda es una de mis conclusiones a lo largo de ocho años de reflexión sobre el problema: “un estudiante (y debe entenderse, un ciudadano), es aquel individuo con la capacidad de indignarse y de llevar conciencia social a su comunidad”. Visiten nuestro blog y si pueden comenten nuestros trabajos: www.mnemosinesantoto.blogspot.com  

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