jueves, 19 de marzo de 2015

UN ANCIANATO, ISLA EN LA CIUDAD


POR EDUARDO NIÑO

La muerte presume y un espejo, que no me gusta,
                                te hace recordar que el tiempo pasa.
                                                                                     
Silvio Rodríguez

Al pasar sus grandes puertas, el visitante siente que una fiera lo arrastra; lo invaden los alrededores y en el fondo una gran casa.




El visitante avanza y al lado derecho contempla la vegetación del lugar; al mirar hacia la copa de los árboles no se dan cuenta que el piso es de piedra o de gravilla y no de cemento como algunos creen; lo cierto es que contrasta con la abundante vegetación del lugar que crece como pasto en un potrero; sin embargo en el lugar se siente que los recuerdos van falleciendo a medida que el tiempo pasa y la vejez continúa.

Se ven dos casas; en una están la Lavandería y la cocina; justo detrás está la piscina sin agua; tal vez esta sin agua para que los  recuerdos no se ahoguen, enseguida queda el patio; en la segunda casa se encuentra la administración, en esta oficina trabaja María Pineda Vivas hace aproximadamente un año; al fondo se encuentran la sala de televisión y la sala de juntas; en los pisos de arriba duermen los 28 adultos que se encuentran en la tercera edad; los 28 viejitos que viven en este Ancianato.




En medio de las dos casas hay una cancha de baloncesto poco utilizada para este deporte; es un sitio en el que se reciben las visitas, me imagino que este es un sitio especial en el que uno puede alejarse de las noticias cotidianas de este país; lo cierto es que cuando uno entra a este recinto se transporta fuera del tiempo.

En la casa donde se encuentra la administración, metros más al fondo se encuentra Rosaura Álvarez; estaba esperando la visita de la familia, ella no es de Duitama; la trajeron de Tunja; me pregunto si estará aquí hasta su muerte.

La rutina en este lugar consiste en esperar a que sean las 8 de la mañana, para salir y socializar con los demás. Este Ancianato se llama Fundación Club Hogar Geriátrico Tundama del Barrio San Antonio Norte. Aquí trabajan 17 empleados; ellos son los encargados de cuidar a os viejitos, y pasar con ellos la mayoría del día. Una habitante del Barrio me había contado que ellos viven muy bien allí, que tienen comodidades y salas de lujo y que seguramente no viven tristes ya que pagan $1.200.000 mensualmente; luego entendí que allí se perciben los recuerdos y la soledad, e incluso la idea de que los familiares se quisieron deshacer de ellos; tal vez en estos instantes ellos se dan cuenta que no pueden tener una almohada llena de dinero para abrazar y tratar de opacar la tristeza que llevan por no ver a sus seres queridos, por no darles el cariño necesario cuando ellos lo necesiten. Luego pienso que quizás simplemente sus hijos o familiares encontraron en este lugar un sitio para dejarlos ahí y que no les causen más problemas o incomodidades como lo llaman algunos. Sin embargo es bueno arrojar la conclusión que nos tranquiliza: aquí están mejor que en otro lado.



Doña María Pineda  me contó que el ancianato fue inaugurado el 17 de noviembre del 2005; agregó que está muy amañada con los viejitos y que ellos están amañados con ella.

He hecho varias visitas al lugar, y me di cuenta que la vanidad se mantiene a esta edad; de los 28 ancianitos, 8 se habían tinturado el pelo; sin embargo de nada les va a servir porque con el tiempo lo tendrán de ese hermoso y brillante color blanco que resalta la chispa de vida y la alegría que manifiestan de vez en cuando.

En este sitio los recuerdos son como un barco fantasma y quizás el único que lo puede recuperar es un detective que esté interesado en las riquezas del barco; pero el detective deber ser consciente de que existe un pequeño problema, la vejez, la vejez ataca como la neblina; pareciera que entre la memoria y el olvido se encuentran las historias. La historia es un  conjunto de recuerdos que solo son tomados por los vencedores; los perdedores también recuerdan, por lo tanto la historia puede ser contada de mil maneras. Lo único que sabemos es que este barco seguirá a la deriva y lo seguro es que existe.

Uno de los relatos interesantes que pude rescatar es el de Santos Vásquez Negro quien fue testigo del Bogotazo del 9 de abril de 1948, don Santos cuenta la historia , tal como la relatan los libros hoy en día; pero agrega un ingrediente: “Fue aterrador”. ¿Esto no es darle vida a la historia? Es fascinante cuando la historia se vuelve un relato que impacta.

Las personas que leerán esto ¿Cuántos vivirán con sus abuelos? ¿Cuántos valoraran tenerlos todavía? ¿Cuántos aprovecharan la oportunidad para darles cariño?



Muchos de estos ancianitos educaron a sus hijos para que fueran personas de bien y para ellos fue más sencillo deshacerse de sus padres o sus abuelos y arrojarlos a estos lugares; por esto creo que un Ancianato debe ser un pretexto para que pensemos en nuestras responsabilidades con los adultos mayores.

Siempre quise saber cuál es la felicidad de un Anciano y luego pensé en cómo podemos ayudar a que estos estén felices en sus últimos días; a eso vine a este lugar de memoria; quizás en 50 años ya sepa la respuesta.


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