POR EDUARDO NIÑO
La muerte
presume y un espejo, que no me gusta,
te hace recordar
que el tiempo pasa.
Silvio
Rodríguez
Al pasar sus grandes puertas, el
visitante siente que una fiera lo arrastra; lo invaden los alrededores y en el
fondo una gran casa.
El visitante avanza y al lado derecho
contempla la vegetación del lugar; al mirar hacia la copa de los árboles no se
dan cuenta que el piso es de piedra o de gravilla y no de cemento como algunos
creen; lo cierto es que contrasta con la abundante vegetación del lugar que
crece como pasto en un potrero; sin embargo en el lugar se siente que los
recuerdos van falleciendo a medida que el tiempo pasa y la vejez continúa.
Se ven dos casas; en una están la
Lavandería y la cocina; justo detrás está la piscina sin agua; tal vez esta sin
agua para que los recuerdos no se
ahoguen, enseguida queda el patio; en la segunda casa se encuentra la
administración, en esta oficina trabaja María Pineda Vivas hace aproximadamente
un año; al fondo se encuentran la sala de televisión y la sala de juntas; en
los pisos de arriba duermen los 28 adultos que se encuentran en la tercera
edad; los 28 viejitos que viven en este Ancianato.
En medio de las dos casas hay una cancha
de baloncesto poco utilizada para este deporte; es un sitio en el que se
reciben las visitas, me imagino que este es un sitio especial en el que uno
puede alejarse de las noticias cotidianas de este país; lo cierto es que cuando
uno entra a este recinto se transporta fuera del tiempo.
En la casa donde se encuentra la
administración, metros más al fondo se encuentra Rosaura Álvarez; estaba
esperando la visita de la familia, ella no es de Duitama; la trajeron de Tunja;
me pregunto si estará aquí hasta su muerte.
La rutina en este lugar consiste en
esperar a que sean las 8 de la mañana, para salir y socializar con los demás. Este
Ancianato se llama Fundación Club Hogar Geriátrico Tundama del Barrio San Antonio
Norte. Aquí trabajan 17 empleados; ellos son los encargados de cuidar a os
viejitos, y pasar con ellos la mayoría del día. Una habitante del Barrio me
había contado que ellos viven muy bien allí, que tienen comodidades y salas de
lujo y que seguramente no viven tristes ya que pagan $1.200.000 mensualmente;
luego entendí que allí se perciben los recuerdos y la soledad, e incluso la
idea de que los familiares se quisieron deshacer de ellos; tal vez en estos
instantes ellos se dan cuenta que no pueden tener una almohada llena de dinero
para abrazar y tratar de opacar la tristeza que llevan por no ver a sus seres
queridos, por no darles el cariño necesario cuando ellos lo necesiten. Luego
pienso que quizás simplemente sus hijos o familiares encontraron en este lugar
un sitio para dejarlos ahí y que no les causen más problemas o incomodidades
como lo llaman algunos. Sin embargo es bueno arrojar la conclusión que nos
tranquiliza: aquí están mejor que en otro lado.
Doña María Pineda me contó que el ancianato fue inaugurado el
17 de noviembre del 2005; agregó que está muy amañada con los viejitos y que
ellos están amañados con ella.
He hecho varias visitas al lugar, y me
di cuenta que la vanidad se mantiene a esta edad; de los 28 ancianitos, 8 se
habían tinturado el pelo; sin embargo de nada les va a servir porque con el
tiempo lo tendrán de ese hermoso y brillante color blanco que resalta la chispa
de vida y la alegría que manifiestan de vez en cuando.
En este sitio los recuerdos son como un
barco fantasma y quizás el único que lo puede recuperar es un detective que
esté interesado en las riquezas del barco; pero el detective deber ser
consciente de que existe un pequeño problema, la vejez, la vejez ataca como la
neblina; pareciera que entre la memoria y el olvido se encuentran las
historias. La historia es un conjunto de
recuerdos que solo son tomados por los vencedores; los perdedores también
recuerdan, por lo tanto la historia puede ser contada de mil maneras. Lo único
que sabemos es que este barco seguirá a la deriva y lo seguro es que existe.
Uno de los relatos interesantes que pude
rescatar es el de Santos Vásquez Negro quien fue testigo del Bogotazo del 9 de
abril de 1948, don Santos cuenta la historia , tal como la relatan los libros
hoy en día; pero agrega un ingrediente: “Fue aterrador”. ¿Esto no es darle vida
a la historia? Es fascinante cuando la historia se vuelve un relato que
impacta.
Las personas que leerán esto ¿Cuántos
vivirán con sus abuelos? ¿Cuántos valoraran tenerlos todavía? ¿Cuántos
aprovecharan la oportunidad para darles cariño?
Muchos de estos ancianitos educaron a
sus hijos para que fueran personas de bien y para ellos fue más sencillo
deshacerse de sus padres o sus abuelos y arrojarlos a estos lugares; por esto
creo que un Ancianato debe ser un pretexto para que pensemos en nuestras
responsabilidades con los adultos mayores.
Siempre quise saber cuál es la felicidad
de un Anciano y luego pensé en cómo podemos ayudar a que estos estén felices en
sus últimos días; a eso vine a este lugar de memoria; quizás en 50 años ya sepa
la respuesta.
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