domingo, 17 de agosto de 2014

EL SABIO QUE NO PUEDE HABLAR



Por Mónica Natalia vega Peñalosa 

El parque de Los Libertadores es un sitio muy visitado  por los habitantes de Duitama y en el centro del parque hay una historia sin contar.


En la página de la alcaldía se dice que la cedrela es un árbol del cual solo existen dos especies alrededor del mundo, que su copa es globosa y florece de enero a agosto, que sus flores son pequeñas y blancas y que  crece hasta 25 a 30m de altura, según los expertos; se dice que la cedrela en Duitama tiene aproximadamente 200 años;  y está rodeado de una extensa reja para protegerlo.[1]

La cedrela es un sitio muy agradable para conversar; allí encontramos gente del común, vendedores de helados, de minutos, de globos, ejecutivos y pensionados que se reúnen frecuentemente para charlar sobre temas culturales y políticos.  Si vemos un poco más allá, al noroccidente,  está la catedral de la ciudad; al norte la Alcaldía y a su alrededor, bancos, almacenes y cafeterías; las casas antiguas fueron demolidas y las remplazaron almacenes, vitrinas y edificios.

Algunos profesores, padres de familia, ejecutivos, estudiantes etc., piensan que la cedrela es el lugar perfecto en Duitama para discutir temas de interés. Los pensionados lo ven como uno de los refugios de su soledad; los vendedores de helado, chicle, maní y minutos lo ven como su lugar de trabajo; allí consiguen el dinero para el mercado, los servicios, en sí, la manutención de  sus casas. Algunos jóvenes lo entretienen en las tardes dándole una muestra de deporte como montar patineta, otros practicando bicicrós. Algunos adultos endeudados le muestran su preocupación al salir de los bancos. Quizás este sabio quisiera charlar y discutir con los pensionados, consolar a los endeudados, dar más trabajo a los vendedores que sobreviven al estar a su alrededor, felicitar a los jóvenes y darles ánimo cuando caen. Pero él da consejos silenciosos y refugio sin pedir explicaciones, por estas razones digo que en el parque central de la ciudad de Duitama hay un sabio que no puede hablar.  Sin embargo aunque estas cosas enriquezcan la cotidianidad mi interés se dirige a relatar un suceso ocurrido el 10 de noviembre de 1994 que tiene como personajes a la cedrela, Ana Isabel Jaime y la intolerancia de la ciudad.




Doña Ana Isabel Jaime fue gerente de Granahorrar en la ciudad de Duitama. Profesional en ingeniería ambiental, estudios que realizó en la Universidad Nacional de Colombia. Hizo investigaciones continuas con profesores de su Universidad y expertos en tratamiento de árboles en la  ciudad de Bogotá y de esta forma se propuso revitalizar la cedrela.

Ella quiso salvar la cedrela y propuso un proyecto el cual tenía que ser aprobado por Constantino Agudelo Corredor el Alcalde en ese momento. Luego de comunicarle a todos y cada uno de los miembros del gobierno municipal, por fin su proyecto fue aprobado.  La noche anterior al hecho, el día 9 noviembre 1994 la señora Ana Isabel le pidió  ayuda a su familia; ellos la apoyaron incondicionalmente para comunicar a la ciudadanía por medio de volantes, comunicados y en radio que iban a podar la cedrela al día siguiente.
El 10 de noviembre de 1994 a las seis de la mañana la señora Ana Isabel sale de su casa a realizar su proyecto, había durado mucho tiempo planeándolo. Eran las diez de la mañana y la acción comenzó con ayuda de la policía, los bomberos, la electrificadora y una volqueta de la ciudad. En medio de insultos y escasas voces de aliento, una motosierra cortaba gajos secos, mientras encontraban al sabio invadido de piojos, hongos, moho y una plaga muy común en la ciudad de Duitama, madrigueras de roedores.

Los ilustres duitamenses invitados a presenciar la tala no llegaron al sitio de los acontecimientos. Algunos observaban a distancia lo que pasaba. Graco Zambrano y Félix Segura, líderes cívicos, fueron los únicos que aceptaron la invitación. Entre tanto, muchos curiosos elevaban su voz rechazando la poda.
Ana Isabel Jaime les dijo “no tengan miedo a una decisión como ésta, tengan verraquera. Si es lo más hermoso que tiene la ciudad entonces ¿Por qué todos lo han descuidado? Y si con lo que yo estoy haciendo el árbol muere que me lleven a prisión”.  A medida que iban podando, ella iba aplicando un ungüento preparado en la Universidad Nacional exclusivamente para la cedrela. Pero los agradecimientos por esta labor fueron insultos y amenazas;  aun así esta mujer no se rendía. A las siete de la noche su labor no estaba culminada, pero por miedo a perder su vida en medio de las discordias de algunos habitantes, decidió retirarse.

Su vida a partir de este día cambió; los vidrios de su casa y del almacén Fénix propiedad de sus padres fueron destruidos; ella estuvo encerrada en su casa  durante dos meses por miedo a recibir insultos y miradas que la juzgaban sin razón, aunque la poda y cuidado habían sido aprobados por el alcalde, esto no le sirvió de nada; amenazas e insultos iban y venían para una mujer que con orgullo dice “yo amo a Duitama”.

Si lo sucedido este 10 noviembre de 1994, ocurriera de nuevo, yo creo que esta vez sí se debería poner en duda el lema “Duitama ciudad cívica de Boyacá”, ya que los habitantes en ese entonces, no le hicieron honor.



Lo cierto es que lo que hizo Ana Isabel salvó al árbol. Yo creo que cada vez que ella pasa por su lado o se sienta a su sombra, de una manera silenciosa susurra en sus oídos, agradecimientos, y la mejor manera de demostrárselo, fue ponerse cada día más bello.

Sus oídos estaban despejados de roedores y piojos; sus ojos ya no tenían algas y moho; estaba como nuevo. Aunque la falta de cultura de esta ciudad opaque sus sentidos, él cuenta una historia nueva para aquellos pensionados, vendedores ambulantes, ancianos y hasta  vagabundos que duermen bajo su sombra cada día.

Sus palabras no se oyen, sus ojos no se ven, su vitalidad permanece para aquel que quiere ver; sus consejos son mejores y sus pensamientos también; cada historia que él conoce su memoria la recuerda, él se la comenta al aire, a sus flores y a aquel que pueda escuchar su sabia voz… sin embargo no juzga a aquel que no quiere entender.  Está bien, sí, es un árbol y quizás ha sido reconocido y homenajeado en varias ocasiones, pero siendo así la sociedad no tiene o no quiere tener la capacidad de valorar su importancia y entender su significado. Para otros es un simple árbol plantado en el parque de la ciudad, es un pretexto más para la comodidad ya que su sombra cobija a muchos.

El árbol es el único que no puede negar el tiempo, su edad se convierte en cicatrices. Es aquel que esconde mitos, ya que sus raíces se sumergen en una laguna de ideas, tiene pensamientos de sabio y aspecto de anciano, a diario apreciamos su silencio y aunque no observamos su sagacidad, él la vive en cada historia de calle, de barrio o de oficina a través de sus brazos bajo tierra que recorren y sostienen la ciudad. Su sabiduría lo hace ser el mejor confidente duitamense.

Este árbol tiene la capacidad de ver las cicatrices en la historia; la señora María Estrella Correa tiene 67 años y vive en el barrio Camilo Torres; ella me contó que cuando llegó el pergamino del niño Dios de España a Duitama, se realizó la primera corrida de toros alrededor de la cedrela. Aunque los españoles fueron opresores, este hecho es un acontecimiento histórico importante. El árbol presenció la opresión española, y el crecimiento de una ciudad  que aunque hermosa poco a poco ha ido dejando atrás lo que los antepasados llamaban historia.

Esta carta llegó un seis de enero, este día  se vio cómo la cultura española traería problemas a Duitama mostrando a niños y adultos como la masacre de un animal, les daba alegría. A este árbol su experiencia lo convierte en un sabio; en el ancestro más viejo de esta ciudad, el más conocedor, el que lo ha visto todo, pero siendo así ese diez de noviembre de 1994 cuando la señora Ana Isabel Jaime lo estaba revitalizando mucha gente se opuso quizás por ignorancia o falta de amor hacia su ciudad.

Este sabio, aunque viejo, es más culto que muchos y más recto que el gobierno. Tiene más razón y conciencia que algunos políticos pero su significado ha tenido que adaptarse al mundo de hoy. El tiempo simplemente se adapta  a él, dejando lo que verdaderamente  importa en el pasado.

Don Martín Zambrano Ortega tiene ochenta años, y vive en la vereda La Laguna que se encuentra ubicada en la vía Duitama-Santa Rosa. Él me cuenta que se siente reflejado en la cedrela, porque es como un anciano agobiado por esta nueva época; me comenta que sus padres siempre vivieron en la ciudad de Duitama; según el padre de don Martín, Duitama era una laguna, en épocas en las que no habían edificios, casas, iglesias, etc., sólo había comunidades indígenas en las cimas de las montañas y el sitio donde se encontraba la ciudad era una laguna.

Pero un día llegó la época de sequía y la laguna se secó por partes; las comunidades indígenas se expandieron y comenzaron construyendo chozas y así sucesivamente hasta que un día sembraron un árbol muy hermoso en la parte más plana de la ciudad de Duitama, y este hizo que la laguna que era Duitama formara una capa sólida y muy firme sobre ella, y así lograra formar una comunidad y este se convirtió en su árbol protector y entonces se dice que la cedrela es el tapón que protege a Duitama de la destrucción de miles de millones de partículas de agua.

Aunque muchos le llamen mito, es un secreto de nuestros antepasados; sonará misterioso pero la laguna subterránea que se encuentra en Duitama es la fuente de vida de este sabio y una realidad ecológica que nace en el páramo de Los Frailejones. Don Martín me cuenta que varias veces se sentó alrededor del árbol a las cuatro o cinco de la mañana para escuchar como las corrientes de agua pasaban bajo la Cedrela y esto también me lo confirmó la señora Ana Isabel Jaime; ella también realizó este acto de levantarse muy temprano a escuchar esta melodiosa canción que emite el agua.

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